Bayas rojas en una planta.

Cuando yo era poeta. Osvaldo Bossi

Foto: Aaron Burden on Unsplash

CUANDO YO ERA POETA

Osvaldo Bossi

De “Cuando yo era poeta”

Inédito

 

 

NOTA

 

¿De dónde vienen los poemas? ¿Por qué se me dio ahora por escribir estas meditaciones o preguntas, estas pequeñas preguntas que enmascaran, de alguna manera, otra cosa? ¿De qué hablan estos poemas en realidad? ¿De la poesía como un don? ¿Como un castigo? Desde luego, no lo sé. Sin darme cuenta, pasé de los poemas de amor a un muchacho (a cualquier muchacho) a esta otra forma de amor, que es la escritura de poemas para mí. Sin sobresaltos. Al contrario, como si el salto fuera lo más natural, como si entre unos y otros no hubiera diferencia. Un mismo deseo, un mismo asombro, los junta. Una misma escritura que, aunque cambie de máscara, sigue siendo la misma. Deseo y poesía. El deseo de poesía como una búsqueda, no tanto de verdad sino de belleza. La belleza como una respuesta (acaso la única posible) ante la inevitable finitud de todas las cosas. El libro se va a llamar, un poco irónicamente, “Cuando yo era poeta”. Como si el poeta siempre fuera otro. Y ese otro no tuviera que ver con nuestro presente sino con el pasado, con ese pasado inmediato, que es la infancia en la vida de un poeta y es la tradición. Como si a todos los poemas los escribiera – no importa la edad que tenga– un niño.

 

Osvaldo Bossi

 

 

 

LA POESIA ES ASÌ

 

Encontré la poesía

como quien encuentra un pozo

de petróleo. De inmediato me hice rico. pero nadie

se enteró. La poesía es así. Oro invisible, oro

de otro mundo. Se encuentra

y se pierde, se encuentra y se pierde. O sea,

de un día para el otro, lo tengo todo

y no tengo nada. ¿Soy un poeta

o soy un místico? Ni una cosa ni la otra.

Un vagabundo que cruza la noche

con su carrito buscando en la basura. Eso soy.

¿Como cuando descubro con delicia

el cuerpo de mi amado? ¿es mío

porque no es mío? ¿nunca será mío?

No importa, pero si escribo, soy. Si escribo…

 

 

LO QUE NO ESTÁ, NO ESTÁ

 

De joven pensaba

que la literatura podría guardarme, protegerme

darme un hogar. Y escribir era eso, construir

mi propia fortaleza, por fuera de ese páramo

que era la vida para mí. Ahora bien, ¿pueden

las palabras hacer tanto, dar tanto?

Un día comprendí que no, que por más

vocación de mártir que tenga, los libros

no alcanzan, los versos no alcanzan. Lo que no está,

no está. Que al fin de cuentas, no importa

lo que ames, pero hay que amar a alguien, hay

que amar lo que sea: un perrito, un pájarito

que nos diga pió pío en medio de la

terrible noche. Alguien, cómo decirlo, que

nos reconozca. Nos llame a cualquier hora

por nuestro nombre verdadero.

 

 

ORIGEN DE LA POESÍA

 

I

Vivíamos en una casilla de madera, pieza

y cocina. Sobre el techo de chapas

repiqueteaba el calor y la lluvia. Papá

salía todas las mañanas con su carrito

de botellero a juntar ese oro que los demás

veían como basura. Mamá limpiaba

casas ajenas. Bajo su cuidado, todas las cosas

resplandecían. Yo escribo versos desde

los 14 años (¿qué otra cosa podía hacer?)

y entiendo de dónde viene mi vocación.

 

 

II

 

El mundo era una porquería a mi alrededor.

La escuela, los árboles, la familia… Sombra

sobre sombra. Y a veces me ponía a gritar

a los cuatro vientos: ¡soy un huerfanito! ¿Se dan

cuenta? Hasta que conocí a Raulito Lemos.

Su pelo, sus ojos. ¡Su sonrisa! Y todo por un

instante se iluminó. Cuando me desperté, estaba

en la luna, salpicado por un mar de estrellas.

 

 

 

LOS POETAS NO SON OBREROS METALÚRGICOS, SON ÄRBOLES

 

Los poemas deberían brotar

como hojas a un árbol, decía Keats,

sin esfuerzo, o con ese esfuerzo

que no se ve, que viene de las raíces

y atraviesa las ramas en forma de

savia. Siguiendo esta idea, un poema

sería algo así como el fruto de algo

que no sabíamos estaba en nosotros, y un día,

de la nada, aparece. Como el amor, aparece,

sin que intervenga la voluntad. Por eso

trato de meterme lo menos posible.

¿Quién soy yo? ¿Soy más que un árbol?

Para escribir poemas, no tengo que romperme

el lomo, cavando la noche bajo la luz

de una lámpara, me digo. Si cada palabra

es una hojita que se lleva el viento. Y todas

las hojas son del viento. ¿No creen?

 

 

LA POESÏA NO ES, NO SERÁ NUNCA UN LUJO BURGUÉS

 

¿Quién dijo que la poesía

ha muerto? ¿Que ya nadie la escribe

y nadie la lee? Algún burgués

satisfecho, seguramente. En mi caso, la poesía

fue el único oro que tuve, el único

oro con el que cuento todavía.

Ni casa, ni auto, ni viajes al extranjero. Mi único

bien, un libro de poemas sobre

la mesita de luz. ¿Que es demasiado

poco? Puede ser… Pero sin ese libro, mi vida

se hubiera extinguido, aplastada

como una hormiga

bajo la suela de un zapato.

En cambio, bajo el techo de chapas

yo leía cada verso

con devoción. Aunque suene sacrílego.

No me importa. Leía

y el mundo se iluminaba

todos los días un poco más. Yo mismo

me iluminaba, pensando

en escribir mis propios poemas

alguna vez. Es muy gracioso. No tenía

dónde caerme muerto. Pero

de pronto esa posibilidad, ese deseo…

 

 


Osvaldo BossiOsvaldo Bossi nació en Buenos Aires (Argentina) en 1960. Es poeta y narrador. Publicó los siguientes libros: Tres (Bajo la luna,1997), Fiel a una sombra (Siesta, 2001; Viajero insomne, 2014), El muchacho de los helados y otros poemas (Bajo la luna, 2006), Ruego por el tornado. Tres (Sigamos enamoradas,2006), Del Coyote al correcaminos (Huesos de Jibia,2007; Editorial Folía 2010), Esto no puede seguir así (Letras Y Bibliotecas de Córdoba, 2010), Casa de viento, antología personal (Nudista, 2011), Ni la noche ni el frío (Textos intrusos, 2012), Chicos malos y otros libros (Editorial Conejos, 2012), Como si yo fuera su novia (Editorial Mágicas naranjas, 2013), Adoro (Bajo la luna, 2009; Modesto Rimba, 2017), Yo soy aquel (Editorial Nudista, 2014), A dónde vas con este frío (El ojo del mármol, 2016), Los poemas de amor que el Coyoye le escribió al Correcaminos (Mágicas naranjas, 2018), Las estrellas celosas (Alción, 2018); Única luz del mundo, poesía reunida (Caleta Olivia 2019), Agüita clara (Gog y Magog, 2020) y Sin que me diera cuenta yo (Patronus ediciones) 2021). Forma parte de diversas antologías de poesía argentina y latinoamericana. A su cargo está la coordinación del ciclo de lecturas El rayo verde. Encargado de la formación en el área de escritura, coordina talleres de poesía en forma grupal e individual.