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Yo, que me figuraba el Paraíso bajo la especie de una biblioteca. Una lectura de Susurros del corazón de Yoshifumi Kondō. Majo Migliore

YO, QUE ME FIGURABA EL PARAÍSO COMO LA ESPECIE DE UNA BIBLIOTECA. UNA LECTURA DE SUSURROS DEL CORAZÓN DE YOSHIFUMI KONDÖ

Majo Migliore

Cada tanto, a mi compañera de oficina y a mí nos agarra el ataque y empezamos a ordenar, clasificar, redistribuir y sobre todo, chusmear los estantes del cuartito del fondo. Trabajamos en una oficina pública que fue creada en 1956. Por ser pública casi nada se puede tirar, ni los cartuchos usados, ni los teclados con enchufe verde, ni –por suerte– las máquinas de escribir. Lo bello es que siempre siempre, en cada orden, surge un nuevo descubrimiento, el último: un Atlas a todo color de la República Argentina tamaño diario viejo con fotos de cada provincia en ese entonces y adentro –esto es lo mejor– una hoja membretada que dice: “recibí en calidad de préstamo de la Agencia de Mercedes lo siguiente: 1 Atlas de la República Argentina físico, político y estadístico, llevado en préstamo a la Agencia del asunto”. Esa tarde el Memo giró por la oficina como un fósil, un resto de algo que persiste, pero que cada vez es más inusual: papeles que dan cuenta de la vida de los ejemplares.

 

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En abril de 2020 se estrenó en Netflix la película de animación Susurros del corazón, cuyo lanzamiento original fue en 1995. Yoshifumi Kondō debuta como director de un largometraje cuyo guión fue escrito nada más y nada menos que por Hayao Miyazaki. Como ha pasado con tantas otras producciones del Studio Ghibli, esta es la primera vez que se consume de manera masiva en nuestro país. Su protagonista es Shizuku Tsukishima, una estudiante de 14 años que es amante de los libros. El trasfondo: la automatización de la biblioteca pública de Tama (Tokio), en donde se sitúan los hechos. Casi treinta años después de su estreno en Japón, el proceso que se mostraba como incipiente es un hecho. Por eso, quizá, cuando hoy la vemos, la añoranza por lo analógico se redobla. Pero a su vez, contamos con la posibilidad de pensar más allá del miedo a la ruina del viejo sistema.

 

La primera escena de Susurros del corazón es un plano de toda la ciudad. Movimiento de vehículos, luces, puentes, carteles, edificios altos. De pronto, el foco se detiene en una casa de madera que se encuentra en el alto. En la baranda de su balcón, un gato. La casa y el gato serán parte de los contrastes que se desarrollarán a lo largo de la película, cuya mirada es nostálgica. La vida Shizuku, ocurre de manera paralela a la velocidad de Tokio: anda en bicicleta, todo el tiempo está a punto de ser atropellada por vehículos, se distrae de sus metas, abandona sus exámenes por la escritura de un libro, pide que abran la biblioteca de su escuela cuando se encuentra en receso porque ya leyó todo lo que había sacado antes de que terminaran las vacaciones.

 

En la segunda escena entramos en la casa de Shizuku, junto con ella. Su madre está rodeada de papeles y libros, su padre también. Él le dice a su hija que la biblioteca en donde trabaja está implementando el código de barras. Shizuku, da su opinión: prefiere el sistema de fichas. Yo también, dice su padre. A partir de aquí comienza la trama, atravesada por un presente que se desdibuja.

 

En la tercera escena Shizuku entra en su habitación, también llena de libros. Toma tres fichas y nota que hay un nombre que se repite: Sergi Amasawa. La película contará entonces, los encuentros y desencuentros con este personaje. No es casual que aquello que se destaca de la ficha y que cobra vida es el historial de préstamos de los libros, sea información que se perderá con los nuevos sistemas, al menos para quienes no trabajan en este tipo de instituciones.

 

En esta escena también queda planteada la mirada de la película sobre la biblioteca: un espacio de conexiones inesperadas, de chispas entre elementos que al encontrarse producen algo nuevo. Serendipia. También, un lugar en donde ocurre y se propicia el amor. La materialidad de los libros, del edificio y de los sistemas de organización es central en esta construcción. Así, en otra escena Shizuku encuentra un libro sobre un tema que le interesa, pero al hojearlo se topa con una foto de un chico que toca el violín, como Sergi. Esta imagen, que surge a través de la actividad del hojeo será central en su búsqueda, no tanto por la información que contiene sino por su contenido inspirador. Podemos relacionar este suceso con la tesis de que lo importante se encuentra en el libro de al lado, planteada por Aby Warburg y recuperada por Horacio González, quien en el prólogo a El futuro bibliotecario de Roberto Casazza dice que esta idea “lleva a interpretar las bibliotecas como órganos de consulta o como protocolados archiveros, sino como formas vivas de la cultura” (González, 2004).

 

Coleccionistas de libros y otras yerbas

 

En Susurros del corazón, como en otras películas del Studio Ghibli, hay un gato que guía a la protagonista hacia su destino. El gato no es de nadie pero comparte la vida con varios personajes, quienes le ponen diferentes nombres. Moon o Muta guiará a Shizuku en su recorrido de la misma manera que los libros y las dos bibliotecas por las que camina. También como los libros, el gato se transforma según con quien esté. Es él quien lleva a Shizuku a la casa de madera, en donde vive Shiro Nichi, protagonista de la segunda trama de la película. Más tarde nos enteramos que es el abuelo de Sergi.

 

Shiro Nishi es un artesano que restaura antigüedades y que a su vez colecciona algunos de esos objetos. Entre Shizuku y él podemos encontrar varias características del perfil del coleccionista de libros que dibuja Walter Benjamin en el ensayo “Desembalo mi biblioteca”, publicado por primera vez en el periódico Die literatishce en 1931. Dice Benjamin que en el texto le interesa mostrar la relación del coleccionista con sus objetos, la actividad de coleccionar, más que la colección misma. De la misma manera, Kondō delinea cómo se vinculan estos dos personajes con sus colecciones.

 

La segunda trama de la película, entonces, es la que protagonizan Shiro y una estatua de un gato, llamado Barón al que le falta su compañera, que está en manos de una mujer a la que ama. Esta es la historia que Shizuku escribirá. Dice Benjamin que para el coleccionista no son tanto los libros como sus ejemplares quienes tienen un destino. Y considera que el camino de cada ejemplar se realiza sólo cuando lo encuentra a él y a su propia colección. Así, Shiro está obsesionado en que la compañera del Barón pase a formar parte de sus anaqueles, solo así estaría cumplido su destino.

 

En la película también se abre el tema de las bibliotecas personales que pasan a la biblioteca pública. En este caso se trata de una donación de un lote de libros por parte del artesano a la biblioteca escolar. Dice Benjamin: “privada de su coleccionista la colección carece de sentido”. En Susurros del corazón, la protagonista logra darle un valor a la colección de Shiro. Cuando ve el sello que indica que se trata de la una misma donación comienza a preguntar a los funcionarios de la biblioteca y al fin da con él, reviviendo su historia y, más que eso, pasando a formar parte de ella.

 

Sobre el coleccionista, Benjamin también dice que «de todos los modos de procurarse libros, el más glorioso es escribirlos uno mismo».  Aquí encontramos una correspondencia con Shizuku, cuyo recorrido en la película es hacia la escritura de su propio libro, deseo que prevalece por encima de todo lo demás.

 

¿Toda la memoria del mundo?

 

Una perlita: la ciudad de Susurros del corazón es Seiseki-Sakuragaoka, la cual existe en la vida real. No obstante, la biblioteca no existe. En la película hay algo de ensueño en su representación. De hecho, hay una escena con las imágenes mentales de Shizuku cuando piensa en la historia del libro que escribe. En ese mundo ella vuela junto con el Barón por un cielo que está atravesado por torres gigantescas y coloridas, que bien podrían ser anaqueles, reinventando el sueño de la biblioteca de Babel, imaginada por Borges.

 

 

La idea de la biblioteca total nos lleva a otra obra cinematográfica que tiene como tema la biblioteca, su movimiento y como hipótesis la magia: Toda la memoria del mundo de Resnais, estrenada en 1956. Es un documental bastante anterior a Susurros del corazón, en donde la ilusión de una biblioteca que lo contenga todo aún no trastabilla. De hecho, la primera imagen que surge es la de totalidad: “toda cosa impresa en Francia se puede encontrar ahí. Todo lo creado por la mano del hombre es representado aquí”. Los planos que acompañan muestran su magnitud, las cifras e imágenes dan cuenta de la enorme cantidad de papel que ingresa día a día.

 

Luego, el documental se centra en el catálogo, o más bien, en la actividad de catalogación. Dice la voz en off: “Para hacer posible la consulta de esta memoria gigantesca, los responsables de estos tesoros los catalogan, los organizan, los clasifican y los numeran metódicamente. Ha llevado siglos inventariar seis millones de libros. Y cinco millones de ilustraciones recopiladas en la biblioteca. Este trabajo es vital. Sin catalogar, este fuerte resultaría un laberinto”. Como en la película del Studio Ghibli, aparece el detrás de escena, la vida detrás de las estanterías. En este caso se  muestra el recorrido de un libro desde que ingresa a la biblioteca hasta que alguien lo escoge y lo lee en la sala de lectura.

 

Cuenta la voz de Toda la memoria del mundo que “Existen cuatro vías en las que la colección se puede expandir. A través de regalos, comprar, intercambios y la fuente principal, el depósito legal.” En este último se enfoca el documental a través de un recorrido minucioso de un libro que ingresa a la biblioteca hasta que sale para ser transformado para siempre a partir de la lectura.

 

Otro tema es el de los tesoros aún no descubiertos: “Entre estas colecciones, las primeras escrituras de Rimbaud se encontraban publicadas en un oscuro diario en los Ardenas. ¿Quién sabe qué más puede salir a la luz en estas páginas? ¿Quién sabe cuál será el testamento más fiable a nuestra civilización?”. El final del documental tiene de fondo una sala de lectura, en donde los tesoros cobran valor. Dice la voz en off: “Aquí vislumbramos un futuro en el cual todos los misterios son resueltos. Un tiempo en el que disponemos las llaves para este y otros universos. Y esto ocurrirá porque estos lectores están trabajando en su porción de memoria universal, unirá los fragmentos entre sí de un secreto sencillo, un secreto con un nombre bello, un secreto llamado felicidad”. De esta manera surge la promesa de una biblioteca incesante, que vive y crece gracias a la lectura que genera nuevos materiales hasta el infinito.

 

En Toda la memoria del mundo podemos ver la promesa de una biblioteca total. En Susurros del corazón la convicción y la decepción por la caída de esa promesa. Pensemos que justo un año después de su estreno se publican en CD-ROM las Canterbury tales de Chaucer, todo un hito en lo que respecta al soporte de los libros. Comienza entonces un corrimiento de la superstición planteada en el documental: en lugar de las bibliotecas, Internet podría contenerlo todo. Utopía fundada en la falta de conciencia del carácter físico de lo digital, así como del trabajo que lo sostiene.

 

Dice González: «El idioma de la revolución informática –y el rastro de conceptos que la acompañan, (…), si bien pueden abrir nuevos temas a la crítica o a la reflexión, también pueden producir un involuntario abandono de partes sustanciales de una memoria bibliotecaria que de por sí, y desde hace milenios (…). ha presentado el debate sobre cómo una biblioteca ha de establecerse, interrogarse, visitarse, y trabajarse en ella” (González, 2004: 11). Por eso, desde hace unos años a esta parte, el desafío es que en la curaduría de los nuevos sistemas, archivos digitales y las nuevas maneras de difusión haya una conciencia de los saberes y debates que han llevado a cabo las personas que a lo largo de los siglos se han estado en el detrás de escena. Una de las preguntas sustanciales de ese debate es cómo habría de ser el acercamiento a los ejemplares, si se pueden recorrer los pasillos, si se pueden tocar o no los libros. Bibliotecas como guardianas de un saber totemizado y preexistente o como formas vivas que propician los encuentros azarosos entre los textos y sus lectores y lectoras, ya sea de manera digital o en papel. Pensarlas como formas vivas es, en definitiva, asumir que usuarios y usuarias acceden de otras maneras a la información, acompañar ese cambio y dar lugar a que siga la magia milenaria del encuentro a través de los signos.

 

Bibliografía

 

–Benjamin, W. (2015). Desembalo mi biblioteca. El arte de coleccionar. Olañeta.

–Casazza, R. (2004). El futuro bibliotecario. Biblioteca Nacional.

–González, Horacio (2004) “Prólogo”. En Casazza, R. (2004). El futuro bibliotecario.         Biblioteca Nacional.

–Kondo, Y. (1995). Susurros del corazón.

–Resnais, A. (1956). Toda la memoria del mundo.

 


Majo MiglioreMajo Migliore nació en Buenos Aires en 1986. Se graduó en Letras por la UBA y se encuentra redactando la tesis de graduación de la Maestría en Estudios Literarios Latinoamericanos en la UNTREF. Enseña escritura académica y profesional en la administración pública y forma parte del equipo de transversalización de la perspectiva de género del Senasa. Publicó artículos en las revistas Luthor y Exlibris. Actualmente forma parte del proyecto de investigación «Políticas del desborde en las artes contemporáneas latinoamericanas. Literatura, performance, danza y tecnología», a cargo de Claudia Kozak y co-coordina el taller literario La jarana en San Antonio de Areco.