Augustin Cayot, La muerte de Dido
VARIACIONES DEL AMOR II. EL LAMENTO DE DIDO
Qué pasa si tu corazón se abre y la que iba a recibirlo se corrió -por las razones que sean-, y quedó el sentimiento todo volcado en el suelo.
V me había dicho, cuando me vio mal en diciembre, en enero, en febrero, en marzo: Conseguite un gatito, vas a descubrir una forma distinta del amor. Pero yo le tenía miedo a los gatos.
Lo que hace José: juega con un hilo.
Después, si yo camino hasta la mesa, se me pega a la pierna maullando, parece más bien que bala. Es como una oveja, pienso yo, por el tipo de ronquido que emite. Habla todo el tiempo y yo le voy contestando cosas. Y si levanto la cabeza o lo nombro, maúlla (más bien gime) desde la silla, o se acerca, ya ronroneando, sea donde sea que esté. Me vino a buscar a mi jardín. Se acercó a nuestra tela, y como yo estaba justo con A y con M, y con MM (a ellas les encantan los gatos), me dijeron te vino a buscar. Después me amenazaron: ahora no lo podés abandonar.
Tengo el balcón reverdecido, y le entregué ese espacio a José, que camina entre las plantas como si deambulara por una selva tropical. Y hace como que caza mariposas, o ratones, que no hay. Le gusta una llama de lana que una amiga me trajo del norte. La agarra con los dientes y la lanza al aire, después cae en el piso y él la merodea, retrocede y se pone en posición de ataque.
Rut me había dicho, en 2016: a esta casa le falta un gato. Y me regaló el dibujo de un gato, para que fuera haciéndome a la idea.
A la veterinaria -que me cayó mal- no le dije que se llama José Carlos, no quería que me preguntara dos veces su nombre. Le dije se llama Jóse, y le pareció bien. Es un adulto joven, mirá vos. Adoptaste un gatito adolescente, mirá vos. Me llegó un mail quince días después: Hay que aplicarle a su mascota Jóse la segunda dosis de desparasitador.
F tiene doce gatos. Cuando me habló de sus gatos, la primera vez que nos vimos, pensé cómo voy a hacer para entrar en su casa, con esos doce gatos. Ella tiene el perfil sobre la almohada. El perfil hermoso sobre la almohada. Y lxs gatxs van apareciendo en distintas partes de la casa. Están en canastos, sobre mesitas, arriba de las sillas o caminan en el patio. Ella les cocina. Y si llegara plata a su vida, o cualquier cosa especial, como podría ser un anillo de brillantes, sería siempre para los gatos. Me dice: con la meditación Nam Miojo Rengue Kio me pasaron cosas increíbles. Un tipo vino a darme quince mil pesos de la nada, y era justo lo que necesitaba para el tratamiento de Tugu. Cuando la adopté era una cosita así, una bolita hermosa. No la podía dejar en la calle.
Y cuando hay une gatite cualquiera, debajo de un auto, o escondide detrás de un árbol en una esquina, F lx alza. Sabe que la prefiere entre todas las personas.
Vamos al lago, me saca fotos. Y un día cocina para mí.
El amor, la forma de las nubes.
Dice Victoria Cirlot que dice André Breton que Da Vinci decía a sus alumnos: “miren la mancha en la pared”. En lo informe está la forma: abrí el ojo interior.
Y de chica mirábamos las nubes con mi amiga D, recostadas bajo las palmeras del jardín de la iglesia. Ella imaginaba cosas, y yo imaginaba cosas. Y mucho después -hace poco- D se murió. Me lo había anticipado esa vez, sobre el pasto, mirando al cielo, se iba a morir joven.
Esa se parece a la víbora del jardín del paraíso, se enrosca en el árbol como si fuera a ahorcarlo. A mí me pareció una cinta.
Con mis hermanas, de chicas, jugábamos a los patitos, así: Recostadas en las camas levantábamos las piernas y decíamos que la sombra de nuestros pies en las paredes, con las medias puestas, eran como dos patitos, cuatro patitos, seis patitos, ocho patitos, según cuántas de nosotras estuviéramos en la habitación. Una apuntaba con la linterna y la acercaba o la alejaba de los cuerpos de las otras para que el tamaño de las sombras fuera cambiando. Y después, hacíamos lo mismo adentro de la carpa, en los viajes a Bariloche. Todo el cielo afuera lleno de estrellas, y las montañas como grandes animales durmiendo junto al lago. Nos quedábamos hablando de la eternidad.
Había un dios y una basílica, y el amor de nuestros padres. Los uniformes del colegio arrugados en la silla, los rosarios de plástico en los cajones, y el de madera de mi abuela en su mesita de luz. En esa época todo tenía un orden, leíamos el evangelio, y éramos más o menos felices. La forma estaba dentro de la forma.
Después algo se soltó, como si se saliera de lugar. Una mano se me metió en el corazón y arrancó ese pedazo que pertenecía a mi familia tal como la conocí.
Pasó el tiempo.
Lo que hace José: se metió adentro de la caja.
Las sombras en las paredes son la suya y la mía. La de él es más chiquita.
Pero una sombra sin un cuerpo visible que la proyecte es un espectro. ¿Cómo llegó hasta acá? Con su rápido movimiento, como si fuera un montón de algo -de bruma-desplazándose. ¿O estuvo siempre en la habitación y no lo vimos?
B siempre veía cosas, vio un perro que subía a la cama. Y vio lo que pasaba del otro lado de la pared. Me advirtió que el perro venía de la casa de al lado, donde se había muerto, y se cruzaba a mi departamento por la noche. Otra vez, un hombre de treinta años pasó detrás de nuestra puerta y B me lo describió tal cual lo vi yo una hora después, con su mochila y sus anteojos. Me dijo que quería mirarnos. Puede ser una intensión – trató de explicar B, lo que quiso hacer cuando bajaba la escalera, y que fue distinto de lo que hizo. Las dos cosas pasaron, una en un grado menor de sustancia.
B: Negra noche, noche oscura, siempre noche. Incluso noche incrustada en el día. Como una tormenta que se instala en tu horizonte sin relámpagos. Era -además- un poco hombre, femenina en sus contornos, pero dura como un hombre. Me dijo un día: yo quise ver y atravesé la pared.
Escucho “El lamento de Dido”, de Henry Purcell, porque estoy escribiendo sobre el amor, sobre un modo del amor que viví en otra vida. Primero encuentro la versión de Jessie Norman, después una country, cantada por Tift Merrit.
Dice Virgilio: “Cuando del dolor vencida, Dido a las furias dio entrada en su alma y firme determinó morir…”.
Mi amigo me explica que cuando los pensamientos rumian producen un cuerpo con vida propia. En el plano físico, vos tenés rinitis crónica, mocos. Y eso está conectado con el bazo, que es un órgano que te defiende del mundo exterior. Y el moco astral es algo que sobra, también. Había que limpiar. Por eso quité moco astral de tu pelo.
Primero parecía que te recibía, todo estaba preparado para el amor. O te lo imaginaste en pocos minutos. Pero te quedaste refractándote a vos misma, como con una rosa en el pecho que al principio fue radiante y después se cayó al suelo.
Lo que hace José: me muerde.
Googleo ¿Por qué tu gatito te muerde? Pueden ser varias las razones, una de ellas, aunque no lo creas, es como muestra de cariño o exceso de amor.
“Cuando veas alguna pared manchada en muchas partes, o algunas piedras jaspeadas -dice Da Vinci- podrás mirándolas con cuidado y atención, advertir la invención y semejanza de algunos países, batallas …”
Trato de encontrar los versos de la Eneida. Decía que Dido avanzaba por unas galerías, y había lámparas colgadas. Estoy segura. Traduje del latín esos versos hace veinticinco años, en algún cuaderno, y ahora no sé latín, ni tengo mi diccionario, ni encuentro la cita en la versión de Cátedra.
Traducir del latín era como ir desenterrando un tesoro, lo escondido debajo de la lengua que no se usó más. Ver adentro de la mancha.
Lo más parecido a la caminata de Dido que encuentro en el canto IV es esto: “Por su parte Dido, toda azorada y el mirar sangriento, fuera de juicio ante su propia audacia, tremantes y veteadas las mejillas, pálida con la muerte ya inminente, se lanza al patio del palacio…”
Me gusta la palabra “patio” en medio del nudo sentimental. Dido va a dejar de sufrir por amor.
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Mariana Docampo es escritora y licenciada en letras por la Universidad de Buenos Aires. Tiene publicados seis libros de ficción: Al borde del Tapiz, El Molino (premio Fondo Nacional de las Artes), La fe, Tratado del Movimiento, La familia y V; y la crónica autobiográfica Tango Queer Buenos Aires (Beca del Bicentenario 2016). Es profesora de escritura en distintas instituciones y coordina talleres literarios de escritura y de lectura de manera privada. Profesora de la materia Lectura para escritores III de la carrera de escritura creativa de Casa de Letras. Desde el año 2011 dirige la colección “Las antiguas” de la editorial Buena Vista dedicada al rescate de obras de las primeras escritoras argentinas. Es co-guionista del largometraje “Marilyn” (68 Berlinale Film Festpiel Berlin). Coautora del libro de entrevistas “Sara Facio. La foto como pasión” (Planeta, 2016). Es la fundadora del espacio Tango Queer de Buenos Aires y organizadora del Festival Internacional de Tango Queer de Buenos Aires.