Las piernas de una persona bajo el agua

Reencarnación. Mariana Docampo

Foto: David Romualdo on Unsplash

REENCARNACIÓN

Mariana Docampo

 

Soy un charco.  Primero pienso que soy un pato, porque apenas cierro los ojos veo las patas del pato y toda la cola del pato.  Pero después me doy cuenta de que no puedo acceder a lo que está arriba de la línea de agua.  Solo veo las extremidades colgando, y la parte sumergida de la cola.  La tengo incrustada en el charco, que es lo que soy yo.  Soy el charco en donde está metido un pato.  Al principio había pensado que yo era el pato, y me disponía a transitar mi vida de plumífero relativamente libre en lo que parecía ser un humedal.  Pero entendí enseguida que mi cuerpo era el agua, y al pato lo tenía metido en mi cara.  Al estar al ras, no tengo una visión general de mí mismx.  Puede ser que sea parte de un pantano en algún lugar del bosque o de un estanque ni muy grande ni muy chico.  Y a cada rato, el pato sumerge el pico.

Pero soy ambiciosx.  Por momentos siento el repentino impulso de contener cardúmenes, abrirme a las profundidades de mí mismx, o propagar mi cuerpo transparente en dieciséis direcciones, desbordarme sobre la tierra, impregnarla como una gran lengua húmeda y abrirme paso entre arbustos y piedras, como una gran ola, al principio iracunda, y después mansamente acariciar la arena del fondo, dar espacio en mí a la respiración de animalitos: burbujas.  Incluso -en un momento- comienzo a vislumbrar esas formas microscópicas que podrían transformar mi percepción, capto lo diminuto o lo distinto, y veo con el ojo de adentro de las cosas.  Pero cuando estoy desplazando mi voluntad hacia las micropartículas, y me dejo tentar por sus formas raras, su luz secreta, otra vez el pato se mueve y captura toda mi atención.   Es un personaje grosero, liso, sin matices, un pato apoyado en mi cara.

Pasan los días.

Soy un poco más amplix ahora.  Hacia atrás y hacia adelante veo una extensión profunda y líquida.  Soy parte de las aguas abiertas del océano.  Parece que me dieron la chance de diluirme en una masa de agua mayor, pero conservando mi individualidad.  Tal vez no sea el mar, sino un ancho río, o un gran lago.  Pero hay un monstruo que me asusta, parece una gran pescadilla con la boca abierta.  Está adelante mío todo el tiempo.  Es chiquito si considero el océano en el que se desplaza, pero no puedo quitar mi atención de él.  Me asusta.  No puedo desplazarme hacia lugares donde el horrible no esté, ni mantenerlo a distancia.  Pido mi pasado de charco.

Pasan los días.

Otra vez, con este pato metido en mi cuerpo.   Volví a mi vida de cortas miras.

En un momento bañan a un bebé en mí, me llenan de jabón y espuma sin la menor consideración, ponen y sacan al bebé, una y otra vez.  Escucho las risas de esa gente.  Me deprime la falta total de consideración hacia el agua limpia que soy.  La bestialidad, la ignorancia.

Alguien me echó una maldición, me doy cuenta. Y soporto el castigo.  Por mi gran soberbia cuando fui rey.

Ahora una trompa de elefante se mete en mí y alborota todo, saltan los renacuajos.  Viene a sacudir mi vida de charco; pero no voy a animarme al océano.

 

*

Todo ese verde distinto, o esas hojas de verdes distintos, o de distinto verde.  O esas hojas distintas y verdes.  De mi jardín.

 

*

Sombra de los pájaros en las paredes.  Giro en el aire de los pájaros.  Giro de las sombras, sin sus pájaros.  Giran los pájaros y sus sombras.

Caída de las aves.

Ascenso de las sombras.

El aleteo.

Y cuando tiemblan -en otra parte- las hojas en sus árboles, o dan vueltas hacia un lado y hacia el otro, solas, tomadas por un hilo de la rama, me quedo quieta, mirándolas.  En mi jardín.

 

*

D leyó mi última columna en la Copa del árbol, y me llamó.  Vení que te hago reiki.  Me acuesto en la camilla.  Los dos fuimos cruzados medievales, y volvemos a compartir un ritual.

Pone el anillo de pentáculo en mi frente y yo vivo simultáneamente los dos tiempos.  Hay un obispo, música sacra.  D comienza a sacar de mi pelo una especie de néctar pegajoso parecido al mercurio.  Hay un ángel a nuestro lado que acompaña el proceso.  Va extrayéndolo con mucha lentitud hasta que queda al descubierto una gran corona de luz dorada alrededor de mi cabeza con largas puntas desde mis sienes.  Al ángel lo vi, y luego la estrella, que en un momento se amplió totalmente hasta que disolvió sus contornos.

 

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Mariana DocampoMariana Docampo es escritora y licenciada en letras por la Universidad de Buenos Aires. Tiene publicados seis libros de ficción: Al borde del Tapiz, El Molino (premio Fondo Nacional de las Artes), La fe, Tratado del Movimiento, La familia y V; y la crónica autobiográfica Tango Queer Buenos Aires (Beca del Bicentenario 2016). Es profesora de escritura en distintas instituciones y coordina talleres literarios de escritura y de lectura de manera privada.  Profesora de la materia Lectura para escritores III de la carrera de escritura creativa de Casa de Letras.  Desde el año 2011 dirige la colección “Las antiguas” de la editorial Buena Vista dedicada al rescate de obras de las primeras escritoras argentinas. Es co-guionista del largometraje “Marilyn” (68 Berlinale Film Festpiel Berlin). Coautora del libro de entrevistas “Sara Facio. La foto como pasión” (Planeta, 2016). Es la fundadora del espacio Tango Queer de Buenos Aires y organizadora del Festival Internacional de Tango Queer de Buenos Aires.