Sonriendo los dos. Francisco Garamona

edición fotográfica

artista

SONRIENDO LOS DOS

Francisco Garamona

 

1

 

Todavía me dura a mí

ese saludo en el corazón

y creo que también

le dura a él ese saludo

en su corazón

de cuando yo golpeé

la ventana del café

y entonces él levantó

la cabeza del diario que leía

y me vio hacerle un gesto

de agradecimiento

con mis manos

y él con una de las suyas

juntando las puntas de los dedos

que se llevó a la boca

me tiró un beso

y nos quedamos así

sonriendo los dos.

 

 

2

 

 

En tu pueblo lluvioso

y con calles de tierra

que están llenas de árboles

pequeña joven nazi

pensás en la guerra racial

y en una Alemania

de juguete que se adapta

a lo que te dijeron

los líderes del grupo

de supremacistas blancos

que te captaron

en la secundaria.

Siempre estabas sola

caminando en los pasillos

de la escuela, eras re loser,

además de pobre,

pero cuánta belleza

había en vos, princesa nazi,

coronada con latas de cerveza.

Ahora en tus hombros pecosos

hay dos esvásticas

y águilas negras en tu tórax,

que parecen desplegar sus alas

cuando repetís consignas a deshoras,

y queda poca gente en la fiesta,

y estás más animada por el alcohol.

Porque sos un poco tímida

pero vas tomando fuerza

y ganando confianza

y de tu boca salen unas arengas

que llaman a la masacre y la unidad.

Perdiste la virginidad

viendo un video de Hitler

donde daba un discurso

que exaltaba a los viejos.

Te acostaste sobre banderas rojas y negras

y un joven de cabeza rapada

se reclinó contra tu sexo.

Princesa nazi, ¿qué hiciste con tu vida?

¿dónde quedaron esas horas

en que leías la Biblia en un granero

antes de tu clase dominical?

Las noches de Alabama se encienden

con cruces prendidas fuego

que refulgen en tus ojos…

Y en un bosquecillo el hardcore estridente suena dulce saliendo por unos parlantes desastrosos…

Y hay pogo y gritos que se imponen

sobre la música mientras vos meditativa inclinás la cabeza saludando a la muerte.

Añorando Gólgotas de sangre

y mil años resplandecientes para el Reich.

 

 

3

 

Era un bebé precioso

de manos regordetas

y cabeza cuadrada

con un torso en forma

de tubo del que salían

sus extremidades,

cilindros de formas regulares,

largos o pequeños

con los que agarraba cosas

mientras los años

con sus experiencias lo moldeaban.

Iba a una escuela geométrica,

con techos negros de pizarra

donde en sus aulas aprendía

sobre las posibilidades

de los planos y volúmenes,

y en su mente desfilaban,

trapecios y cuadrados,

rectángulos y hexágonos,

triángulos y círculos,

octógonos y heptágonos.

Vivía en una casa

que estaba en un país

adentro de un planeta

que flotaba en el espacio

e iba creando el tiempo

con sus ondas magnéticas.

Tuvo una vida feliz, creció,

estudió, hizo algunos viajes,

realizó sus primeros trabajos

(sin destacarse en ninguno)

y cuando sus padres murieron

él emigró a otro continente

donde puso una librería

especializada en fotografía.

Se casó con la chica que amaba,

-una belleza helicoidal, impresionante-.

Y tuvieron hijos con forma de pirámides.

Una noche, ya anciano,

descubrió que en la pared

de su cuarto había un agujerito

al que iba agrandando con sus dedos, inconscientemente, como jugando.

Y entonces metió una mano

y sin hacer demasiado esfuerzo

introdujo también el cuerpo entero.

Del otro lado estaba todo oscuro

y hacía demasiado calor.

Cuando quiso volver no pudo

porque el agujerito ya se había cerrado,

y todos pensaron que él estaba

descontento con su vida

y se había fugado.

En su casa los hijos lo lloraban

y era muy triste ver sus lágrimas

cayendo escalonadas

por sus cuerpos de pirámides;

su mujer llevó luto unos meses,

hasta que se cansó.

 

 

4

 

 

El drogadicto que echaron

de la biblioteca era Jusucristo.

El mendigo que estaba sentado

en un banco del andén del subte

temblando de frío

también era Jesucristo.

Vos sos Jesucristo?

Veo cruces en tus ojos

cuando cae la tarde

y las gallinas caminan a tu lado

mientras con tus manos

les vas dando avena.

El ladrón que agarraron en el tren

era Jesucristo.

Era Jesucristo también su mujer

y su hijita con miedo

al ser conducidas por un policía.

Era Jesucristo la niña pianista

que dio el buenos días

a la audiencia que colmaba

un teatro de cristal

levantado en la Antártida.

Los días se pasan con formas de nubes, soldados, caballos, andando en las sierpes

de una colina, o inmensos colosos

que ruedan luchando mientras se desperezan.

Y todo se trata de las cantidades

de harina y pescado

para alimentar la aldea.

 

 

5

 

Me

hiciste

feliz

con tu

vestido

rosado

en la fiesta

cuando

te vi con

una copa

de vino

acercándote

a mi lado.

Y en el aire

volaban

serpentinas

que se

enganchaban

en tu pelo

—era fin

de año—

y tus ojos

estaban

brillantes

al salir

al balcón

donde

bebimos

y fumamos.

Abajo

los autos

parecen

hormigas

me acuerdo

que dijiste

cuando

te besé.

 


Francisco Garamona nació en Buenos Aires en 1976. Es editor, librero, curador, músico, artista visual, escritor y documentalista, entre otras actividades que ejerce regularmente. Publicó más de 45 libros en editoriales de Argentina, Chile, Paraguay, Colombia, México, Guatemala, España y China. Grabó 8 discos con sus canciones que se pueden escuchar o descargar gratis en garamona.bandcamp.com. Dirigió los documentales: “Sergio de Loof: El Monarca” (2016); “Juan José Cambre: todo lo que no hago mientras pinto” (2017); “Marcelo Alzetta: una baldosa renacentista” (2020) y “Fabio Kacero: El fantasma y la grafóloga” (2022). Dirige la editorial Mansalva y la librería La internacional argentina. Es miembro del Longevo Instituto de Altos Estudios Patafísicos de Buenos Aires (LIAEPBA).