Alberto Durero, Los cuatro jinetes del apocalipsis.

Apocalipsis. Mariana Docampo

Alberto Durero, Los cuatro jinetes del apocalipsis.

APOCALIPSIS

Mariana Docampo

 

No puede hablar con F del apocalipsis ni de nada que le resuene a religión.

Es difícil estar con vos.

Ya sé, ya sé.

Julieta L.T. se aguanta la ofensa para terminar de exponer su idea.

Déjame que te diga esto y cierro el tema.

Es que el tema no me interesa.

No digo que vaya a venir el apocalipsis, digo que es un estado del alma.  Es como un terror.

¿Cuándo lo sentís? (este de ahora es su ex analista Ricardo, un día después de su conversación con F.  Se acaba de acomodar en su silla Luis XV)

Lo sentí una vez que se inundó la casa en la que vivíamos con Ingrid G.V.  Era una casa hermosa, con un patio y una terraza, y teníamos ilusión.  Y un día se derramó un diluvio en Buenos Aires y el agua subió.  Primero llegó hasta los tobillos, después hasta las rodillas, después hasta los muslos.  Venía de las cloacas, de los ríos subterráneos, era agua sucia.  Fue horrible.  Llegó hasta la cintura, después hasta el abdomen.  Me asomé a la ventana y vi que el viento arreciaba y estaba todo oscuro a pesar de que era de día.  Mis vecinos tenían a su perro suelto en la terraza, un perro al que dejaban todo el día solo y que lloraba, y hacía caca en el techo.  Y todo el aire, especialmente en verano, se llenaba del olor a caca de ese perro, y cruzaba a nuestra terraza.  Pensaba en ese perro ayer, cuando quería explicarle a F lo de la sensación de apocalipsis.  Era un buldog.  Yo quería contarle que cuando en plena tormenta de 2013 miré por la ventana y vi todo inundado (la luz del día casi apagada, los focos del supermercado chino encendidos, y el triste lamento de sus dueños asomados a la ventanita -un río caudaloso corría al mismo nivel que nuestra casa-) sentí que había llegado el fin del mundo.  Me dio miedo. Y de repente, vi una llamada perdida en el celular.  ¿Tenía señal?

A los pocos meses, la casa volvió a inundarse y quedó totalmente sumergida.  Nosotras no estábamos en Buenos Aires esa segunda vez pero estaban todas nuestras cosas -un casete de Edith Piaf que me compré dando clases de apoyo cuando tenía quince años, los álbumes de fotos, las computadoras, mi memoria externa-.  Y cuando el agua bajó, quedaron las ruinas de lo que habíamos tenido.  Me acuerdo que K vino a ayudarnos y en un momento agarró un libro entre los muchos que estaban tirados – deshechos- en el suelo, caminó por el lodazal de nuestra casa con sus botas de goma, y lo metió en una bolsa de basura.  Yo corrí y me aferré al libro (me había puesto de rodillas).  Eran poemas de Paul Celan.  “Noche negra del alma te bebemos de noche, bebemos en medio del día y temprano te bebemos de tarde…”.  Lo viví como el final del mundo físico.   No volví a comprar libros durante muchos años.  Ese “día después” fue trágico.  Me acuerdo del color naranja fuerte del cielo y del trazo nervioso de las nubes que huían después de la catástrofe.

Ricardo la mira desde la silla. Julieta L.T. dice: Así que le dije ayer a F (apuré el relato para que no se cansara):

Ese fue un modo del apocalipsis.  Y estoy segura de que todo sigue sucediendo en algún lugar: Ingrid y yo nos ahogamos en esa casa, a puertas cerradas.  Pero otras versiones de nosotras están todavía en esta realidad.  Una de ellas (es decir, yo) está ahora acá, con vos.

Bueno.

Te sigo explicando lo que te quería decir: fue una catástrofe natural, provocada por malas gestiones como vos decís.   Pero en un punto no importan las razones.  Este tipo de catástrofes están registradas en la biblia.

No lo relaciones todo con la biblia porque me deprimo.

Quiero llegar a un punto.

Sos una provocadora.

Está bien, tenés razón.  Pero escúchame, aunque sea la última vez. Me refiero a lo humano, no a lo político.

No entiendo cuál sería la diferencia.  En las inundaciones de Buenos Aires del 2013 hubo responsabilidades políticas, ningún apocalipsis de nada, ni dios, ni ángeles.  Solamente personas.

Claro, sí.  Eso es exacto, desde un punto de vista. Pero me refiero a una sensación, fue como pisar un borde de la vida.  En ese momento no importaba quién tuviera la culpa.  Te hablo de las personas frente a una fuerza mayor.  Te hablo del fin de todo lo que pensabas que era para siempre.   En la biblia hay dos tipos de desgracias: las colectivas (pestes, plagas, guerras), y las individuales (Job, el mismo Cristo).

Uf.

Y cuando el año pasado se frenó el mundo, yo volví a tener esa sensación de apocalipsis.  Tenía pesadillas todas las noches, sentí que en un plano se había acabado todo.

Me tengo que ir.

Un apocalipsis moderno: sin caballos ni sellos. La figura de la Bestia agazapada detrás de las nubes. La de cola apremiante.  Todo frenado, Occidente y Oriente.  Un manto de niebla cayó sobre el mundo.  Y después se encendió un interruptor de luz y nos dejó a todos expuestos, de un mismo lado, bajo la iluminación blanca.

Tenés un goce con el apocalipsis.

Vos también lo padeciste, sabés de qué te hablo, pero ahora preferís bloquearlo porque las cosas se calmaron un poco. Pero sigue la inminencia.

Me tengo que ir.

Sabemos que puede volver a colapsar todo.  Como cuando está por desplomarse de una torre una gran placa de varios metros (desde el piso treinta y tres), y se estrella contra el suelo.  Se rompe lo duro y no hay líquido adentro de las láminas de hierro.

No se puede vivir así, me voy.

Quiero explicarte lo que pensé sobre lo duro y lo blando, porque eso abre a otra cosa.  Es una oportunidad.  Esto es lo que te quería contar: la rama de un durazno que plantó A en mi jardín dio una florcita chiquita.

 

Diario de Julieta L.T.:

21 de agosto de 2020

Tengo el internet frenado.  Yo misma estoy frenada, con mi cuerpo ajustado a no sé dónde (es una silla).  Estoy transitando los días de la luna, los días del lobo y de la luna.

Mi hermano me explica por teléfono como invertir en las criptomonedas.  Recuerdo a mi mamá, un día, hace muchos años; estaba sentada al sol.  Habíamos cosechado tomates de nuestra huerta y ahora descansábamos las dos, y mis hermanos jugaban afuera del mantel.  Me reclino hacia atrás en la silla y escucho a Pablo con atención, puse el speaker.  No entiendo realmente cómo tendría que hacer para ganar plata con las criptomonedas.  Además -digo en un momento-, soy incapaz de ganar plata si especulo, y en general, soy incapaz de ganar grandes cantidades de plata.   

Pienso en el apocalipsis.  Los cuatro jinetes de Durero, o la pisada del gran animal de un solo pie.  Las trompetas y los sellos.  La polvareda al principio, y el choque de las espadas, y las armaduras, después pólvora y radiación.  Van a llegar con el nombre de cepas.  Esa sangre que corrió como un río, como el largo pelo de un animal.  Ese gran peinado del mundo fue impactado por la turbulencia de la ira de dios.

Entonces, desde las ventanas de la ciudad paralizada, con todos los pájaros sueltos rugiendo como ratas que gritan como perros que chillan como monos.  En este jardín sin aire, este jardín que se está quedando sin árboles estoy yo, en medio de la tormenta de murciélagos.  Quiero frenar el viento con langostas desatadas, quiero frenar a los pájaros que vienen a clavarse en mis ojos de Casandra, pero nadie me escucha.

Lo que se hizo en este jardín no tiene nombre, porque es lo duro contra lo blando.  Es el martillo que quiso aplastar el líquido que siempre se escurrió. Y abajo estaba el lecho del río seco, los árboles sin hojas.  No había nada para aplastar, nada ya en los mares a los que se les puso petróleo, a los que se llenó de moscas muertas que se extrajeron del aire para injertarlas quién sabe dónde (¡en el culo de las hadas!).  Este jardín está totalmente reventado.   Pero muchos se fueron a la nube.

 

Julieta L.T. le dice a Ricardo: Siento que pasan cosas -simultáneamente- en distintos planos.  En un plano está sucediendo el fin del mundo, y en otro estoy escuchando tangos en el bar de la esquina.  El río que une un mundo y otro es una punzada en el estómago, o un súbito alivio, si se trataba de un ángel.

 

 

Un día después de la sesión con su psicoanalista, Julieta L.T. es abandonada por F y retoma su diario:

¿Entonces se trataba de construir una montaña de pura nada para después un día verme sometida a mirar desde la ventana de mi departamento de Capital Federal -más precisamente, de Humahuaca y Billingurst- cómo se desmoronaba en minutos?   ¿Así de efímera fue la pila de ilusiones en una única dirección ascendente? El “objetivo” -que había sido como la zanahoria y el burro, aunque sabía que en realidad era como un tapón de goma metido en un agujero-, incluso necesitó servirse de escalones, desvíos, y de túneles interiores, atajos por los que subí sin subir, y no llegué nunca hasta el gran sol colgado entre las nubes.

Y ahora el jardín está seco.  Todo el desierto adentro del jardín seco.  Pero adentro del desierto, un árbol que es más bien la flaca rama de un durazno, esta mañana dio una flor pequeña y hermosa. La más linda de las flores.   Las demás están aplastadas, los lazos de amor deshechos, cortados por un machete.  Pero esta pequeña flor brilla incluso por la noche, bajo la luna.

El jardín, mi jardín, el jardín de los lazos de amor.

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Mariana DocampoMariana Docampo es escritora y licenciada en letras por la Universidad de Buenos Aires. Tiene publicados seis libros de ficción: Al borde del Tapiz, El Molino (premio Fondo Nacional de las Artes), La fe, Tratado del Movimiento, La familia y V; y la crónica autobiográfica Tango Queer Buenos Aires (Beca del Bicentenario 2016). Es profesora de escritura en distintas instituciones y coordina talleres literarios de escritura y de lectura de manera privada.  Profesora de la materia Lectura para escritores III de la carrera de escritura creativa de Casa de Letras.  Desde el año 2011 dirige la colección “Las antiguas” de la editorial Buena Vista dedicada al rescate de obras de las primeras escritoras argentinas. Es co-guionista del largometraje “Marilyn” (68 Berlinale Film Festpiel Berlin). Coautora del libro de entrevistas “Sara Facio. La foto como pasión” (Planeta, 2016). Es la fundadora del espacio Tango Queer de Buenos Aires y organizadora del Festival Internacional de Tango Queer de Buenos Aires.