Mascheroni

Cuatro poemas. María Mascheroni

CUATRO POEMAS

María Mascheroni

Curaduría: Vanesa Guerra

 

Los cuatro poemas seleccionados pertenecen a Las formas inestables, segunda parte del poemario Blues de las almas inquietas, de María Mascheroni.

Hilos Editora, diciembre de 2021

 

I

entender cómo se cruza en día y segundo exacto la piedra con el ojo

para exiliarse luego en el rocío    sobre el pasto

piedra arrojada desde un abra lejanísima del aire

rosa de los vientos    su corazón

imán de medio cielo    medio día

 

quebracho pino viraró virapitá

las ramas refuerzan la línea sobre la luz que desde ahora llamarán crepúsculo

más tarde sólo oscuridad     o antes que la noche

madera    hacha    madera

por fin    ya incrédulos dirán

                                         noche profunda     cerrada

los árboles retuercen la luz hasta sus ojos

hasta que la línea negra fuga del color

y separa al hijo de las visiones terrestres

 

 

trinos troncos y piedras el 26 de diciembre

el cielo viró a un lila claro, líneas desnudas oscurecen la trama de esta historia

entre las hojas mojadas    sobre los muros compactos

 

¿hay alguien allí afuera?

 

 

pena

preces     plomo     descienden sobre nosotros

 

caminamos

él y yo

sobre los vestigios que hacen franjas oscuras a la tierra estrellada

debajo de la vía láctea

 

me recuesto en esa noche que su ancho pecho ofrece como un desorden

si el cielo

su luz

se torna más oscura    el negro delineado de las ramas se suaviza

quiere adentrarse en la noche

 

        en la noche descansan las formas inestables    dice

        se cierra el ojo que ve

 

 

 

II

 

 

cuando nuestra alegría también despierta al abrir los ojos

y existe como el perfume al jazmín

o el naranja en la naranja

¿qué ha pasado? ¿dónde amurallada vivía la alegría?

 

y después, cuando el cuerpo se mueve leve

e ignorante por las habitaciones

¿cuál es el aliento, la vida esa que vive?

 

nos movemos por la casa sin dejar rastro

felinos

los objetos se apartan     se acomodan a nuestro paso

completando la coreografía ligera de la dicha

 

¿cómo es? insisto

y el aguijón invierte la inmortalidad de la mañana

la evidencia picotea la visión

los movimientos se aletargan

la urdimbre ligera de las horas se detiene

cada cosa retorna deslucida a su costumbre

 

¿qué ha pasado?

¿dónde amurallada vive la alegría?

 

 

 

III

(mientras leo al poeta Jerome Rothemberg)

 

quiero hablarte del frío

escarchó los vidrios de nuestras habitaciones

y el calor demora en extinguirse así amarrado como está

alcohol e intenciones indulgentes

esa calidez amable nos parece bastante:

la sangre sigue circulando Jerome

se encarama a las mejores ilusiones, nos recuesta

por las noches ya más calma

 

la escarcha Jerome

 

pero las alacenas aún respiran y los motores y el pájaro posado

en el invierno    los perros bravos

respiramos

hace frío    o tesón

– teme todavía lo peor – no hay motivo a la vista

 

¿conozco el peligro de tu edad?

los años de tu poema son mayores   más extensos que tu vida

traen vagones y vagones de prisioneros    sin combate

ninguna resignación   sólo miedo

aúllan por tus versos los trenes de la muerte

entonando la canción más bella que escuchara

en medio de la escarcha

irresistible

 

duele la respiración Jerome

duele la respiración en nuestros navíos  en los libros abiertos

en los besos

 

¿qué hacemos aquí Jerome matando mientras crece la mañana?

el sol toca suave la maleza   disuelve los cristales sobre la grava

y nos repite   ¿ruega?

alcen los ojos    tomen una raíz del cielo que engendraron

y preparen alimento

algo que pueda bautizarse con amor

 

esa palabra de la boca

 

 

 

IV

 

un chimango se acerca en zoom vertiginoso y arrebata con su pico

un insecto negro

escucho acordes no habituales

mi árbol    altísimo    no amalgama con la música

el árbol tiene la forma de mi padre

parte de mi

el cuerpo de los pájaros

 

 

 

ahora el viento aumenta y la inclinación peligra

 

imagina: en el viento fuerte te sostenía un árbol    sus brazos

diseminados en las hojas delgadas

tu cuerpo pequeño suspendido en ese contacto de dedos inmaduros

danza con la fragilidad de la materia

los ojos grandes ponen su huevo de amor y miedo

                           todo ese trabajo para proteger lo que nace

 

 

 

amaina la brisa   eucalipto   árbol mío

no te mueves por unos instantes

corta el aliento   algo terrible llegará

la respiración atada por un hilo larguísimo

a tu extremo más alto

¿será eso lo terrible?

avanzar

mirar salvaje

desde esa cima   ese barranco

 

línea de horizonte   de pájaros

línea de muerte   el árbol     ese preciso

vertical y henchido hacia la tierra

 

sin él    volvería a enamorarme

 

-lo que más tarde va a extinguirse comienza

en lo más vivo de raíz-

 

¿los pájaros aman al árbol?

 

descansan en la rama y el nido construido

-lo llevé por días en mi pico

ahora suelta sus frutos     no volverá a habitarse-

 

 

 

el pájaro no sabe que el árbol lo espera cuando oscurece

ni que ha de despedirlo cuando se pierda

en el lugar donde los pájaros se pierden

ese misterio es del árbol

su existencia   el río vertical

la correntada en el cielo

el ancla

 

el árbol fue hecho para el pájaro

 

 

duerme el pájaro en la rama

¿y no cae?

en equilibrio aún si el viento es fuerte

cómo duermen sin caer lo sabe el árbol

sin tronco

ni raíz

sueñan en el árbol como niños confiados

 

el árbol ama los pájaros

 

 

voy a mi árbol como a un diario

vuelvo reconozco en él la pampa profunda

los primeros pensamientos

la fuerza del arado hurga la memoria

la infancia las mieses y el trigo

dejan sus recordaciones entre los surcos renacidos

mientras escribo y creo que conozco

 

¿quién habitaba aquí cuando mi árbol comenzó a crecer?

cien doscientos años

cierro los ojos     camino por el boulevard que encabeza mi árbol

el viento en los eucaliptos y las acacias trae desde costas cercanas

mar     sus mareas arraigadas

ese sonido de arenas movedizas que regresan intactas

y vuelven a deshacerse

aquí conmigo

 

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María MascheroniMaría Mascheroni nació en Buenos Aires en octubre de 1958.  Poeta, editora, psicoanalista. Cursó estudios de orfebrería, dibujo y fotografía. Integra el Consejo editor de Hilos editora, desde su fundación en 2010, y está también al cuidado del arte de tapa.  Publicó: La inevitable curva (Botella al Mar, 1997); Impaciencia de la sed (Tsé-Tsé, 2001);  Jardín (Tsé-Tsé, 2004); El cansancio de los hijos (Hilos Editora, 2011); el ensayo poético “Consenso inútil” en Vendrá la muerte y tendrá tus ojos-Diez miradas diversas sobre poesía y muerte, comp.  Enrique Solinas, (Ruinas Circulares, 2015); Hierba sobre el mundo castigado-Colectivo poético involuntario (Hilos Editora, 2017) en coautoría con Teresa Arijón; Blues de las almas inquietas (Hilos editora,2021). En 2015 recibió el Segundo Premio Municipal por su libro El cansancio de los hijos. Estuvo a su cuidado la edición de la Obra Poética de Celia Gourinski: En ocasión de la aparición de un cometa, Hilos editora 2022. Ha publicado poemas y ensayos breves en distintos blogs, revistas y antologías del país. Fundó el Colectivo de acción poética El pez que habla junto a otras artistas. Coordina los talleres de pensamiento, investigación y acción poética Martes intenso.