ph Ivan Cazenave
13 MANERAS DE MIRAR A SWENSON
Natalia Leiderman y Patricio Foglia
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Tonto, como liviano, hasta azaroso. Más parecido al TEG que al ajedrez – aunque el telón de fondo sea siempre el mismo, una pequeña representación de una guerra fría y su juego; o, como quería Osip Mandelstam, una disputa incesante de sentidos y ritmos posibles porque en poesía, todo es guerra.
Dicho de otra forma, ¿por qué importa que leamos, por ejemplo, a May Swenson? Y como en una ficha y en su reverso, ¿a qué llamamos, acá y ahora, poesía?
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Anna Thilda May Swenson
La hija de padres suecos, la prácticamente desconocida, la criada en un campo allá por Utah, la nacida a principios del siglo pasado, la fallecida en los ochentas de aquel mismo siglo, la destacada por Harold Bloom, la de lengua materna sueca (no inglesa), la amiga de Elizabeth Bishop, la correctora, la empleada, la hija de su papá, la casi neoyorquina, la casi nunca traducida, la traductora, la taquígrafa, la escritora fantasma, la escritora de poesía infantil, la poeta de la naturaleza, la mormona, la lesbiana, la agnóstica, la lírica, la experimental, la poeta.
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La lectura que hace Harold Bloom es tan eminentemente halagadora como torpe.
Inscribe a Swenson dentro de la tradición de las y los grandes líricos estadounidenses, más o menos deudores de Whitman y Dickinson, en lo que define como la escuela de Wallace Stevens. Agrega también otros nombres para su mapa de lecturas: Marianne Moore, obviamente Bishop, Emerson.
Y sin embargo, Bloom lee algunos poemas en clave linealmente autobiográfica (y, de paso, también patriarcal), sin distinguir entre el yo lírico y la Swenson realmente existente, hasta afirmar que:
“el tono del poema ´Vasta Naturaleza´no es finalmente ambiguo ni ambivalente, sino de amorosa intensidad, ya que el Hombre-Dios del poema es en cierto sentido el padre de Swenson, a quién amó profundamente, tanto como amó a su madre.”
Desconocemos la fuente, no citada, de la prueba de este amor sin fisuras por sus padres mormones de los que se alejó al radicarse en la ciudad de Nueva York, en la otra punta del país. Pero el texto de Harold Bloom es significativo todavía.
Contiene esta otra frase, memorable:
Los mormones han producido, hasta ahora, solamente un genuino genio literario, May Swenson.
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Río de Janeiro, 11 de Noviembre, 1963
Querida May
Te envío esta foto (es una que me parece que ya usaron para un libro, ¿no?). Tomala con tu mano izquierda y ponela justo frente a tu nariz, pero lo más lejos que puedas. Ahora, extendé tu mano derecha, tan lejos como puedas también, y con ambas manos levantá un poco la foto: Petrópolis estará, más o menos, a tu merced.
(…)
Pasé la mayor parte de la semana intentando traducir un par de poemas (y, como decimos siempre, “nunca más…”), de Carlos Drummond de Andrade, uno para el New York Review. No me encantan todos los poemas, la verdad, pero elegí algunos que funcionan muy bien en inglés. Es un buen poeta, peculiar, seco, y me parece pésimo que no se lo conozca fuera de Brasil. Es un poco hosco, y no lo conocí, todo el intercambio que tuvimos fue por carta.
(…)
Acá hay sol – y qué mar – como bruma a ambos lados y cinco viejos helicópteros giran lento, más allá; son helicópteros del ejército; le pido a Dios que no estén buscando nada especial, como un pescador.
Gracias por todo – escribime ni bien puedas – un montón de amor para vos.
Elizabeth
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Dentro de la poesía argentina, ¿próxima a qué estéticas estaría? No tanto del objetivismo, dada la rigidez de su programa; tampoco de una lírica severa en exceso, que se autoimponga una total ausencia de un yo lírico o de su correlato, la ilusión narrativa (habiendo, en su obra, no pocos poemas-anécdota dedicados a su hermano, a amigos, a parejas, a la propia Bishop o incluso a la figura de su padre; no precisamente el que cita Bloom).
Por su potencia lírica pero también por su condición lúdica y hasta experimental, bien podría ser considerada en una biblioteca junto con Oliverio Girondo, María Elena Walsh y Susana Thénon.
También acaso cercana a Gruss, en tanto logra construir, además de artefactos visuales deslumbrantes, complejos y casi imposibles de publicación, algunos otros poemas en donde efectivamente tuerce la anécdota. Donde hay un yo y también un teatro verbal de despliegue narrativo y en donde, a la vez, sucede el poema: donde el ritmo y su espacio gráfico, mucho más que aquello que se dice, son los protagonistas.
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Entrevista – New York Quarterly. 1977
– ¿Le molesta que digan que es usted una poeta de la naturaleza?
– No. Creo que es una de mis formas. Pero soy otras, también.
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Autorretrato
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Escribió también una extensa serie de poemas-enigmas, en libros ilustrados, catalogados para su comercio como poesía infantil. Una de aquellas compilaciones se llamó, por ejemplo, Poemas para resolver. Adivinanzas, para niñas y niños.
Niña terrible, perversa y polimorfa, ¿la poesía no es aquel extraño vocabulario incrustado dentro de otros (lenguaje dentro del lenguaje, Valery), un artefacto musical foráneo, desentonando felizmente su canción, dentro y fuera de la llamada literatura infanto-juvenil, dentro y fuera de la literatura en general, del mercado, etcétera?
Nada más intenso que aquellas lecturas de la infancia, cuando cada palabra es una forma de la adivinación, cuando quien lee no tiene pasado y todo lo leído es una bola de cristal, cifra mágica del futuro.
Y entonces la poeta, el poeta, le poeta: monstruosa, ambigua, alada como una esfinge, ¿experimental, o lírica, o narrativa? – qué importa;
en tanto sea última custodia del misterio en el mundo.
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Otros de sus poemas son eminentemente visuales, desquicios bastante extremos de las formas tipográficas (lo cual dificultó la publicación de su obra reunida completa, nunca editada hasta la fecha). Swenson, como Mallarmé o como e.e. cummings, de trip por la city en plenos sesentas.
No parece casual que tanto ella como Bishop hayan sido lectoras de la poesía brasileña. Entre la lírica y el diseño gráfico, una deriva parecida (no idéntica) a la de la poesía concreta: iconografías, poemas con la forma de una cadena de ADN; o a la manera de un ticket, en su aparente despliegue infinito; o como el vaivén de una ola, y su regreso; o con la forma de un pañuelo estrujado, o de escaleras o de una montaña.
Pero, en realidad, todos sus poemas fueron concebidos así, cada cual como la flor de Coleridge:
Y si, al despertar, tuvieras en tu mano un extraño y hermoso poema, entonces, ¿qué?
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Es una erótica, antes bien que una ética, la de Swenson y su poesía. Una relación con la palabra que es sensorial, sensual, y que se vincula espacial y musicalmente con todo aquello que puede verse, percibirse, olerse, tocarse.
Un poema, nos recuerda May Swenson, se parece a un meteorito, fruto del cielo que puede ser tomado en nuestras manos como un pájaro asustado; o bien, escuchado con devoción como a un caracol marino; o, hasta mordido, degustado lentamente, como el simple pero extraño manjar que también es.
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William Carlos Willliams dice: No poesía sino en las cosas.
En cambio, May Swenson dice: Mis poemas son cosas en el mundo
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Otra vez, el subte se detiene entre estaciones.
En la oscuridad del vagón, las luces que funcionan parpadean intermitentes. Los asientos libres son escasos o más bien nulos, los parlantes están desconados y el calor es casi insoportable; como buen viaje, es una colección de interrupciones. Swenson disfruta de cada uno de estos paréntesis. Estira las piernas, se abanica con un diario y desajusta un botón de su blusa transpirada.
Falta menos, ya en una hora habrá llegado a Manhattan. Se acomoda en su espacio ínfimo y aprieta, por un segundo, sus ojos. Ahora quisiera recordar también el aire, el sol frío de Utah en invierno. Para después olvidarlo.
El subte arranca de nuevo. Swenson se mira a través de su reflejo, desde el rectángulo de la ventanilla; se deja llevar por el traqueteo del vagón. En medio de todo aquel movimiento, abre su cartera diminuta, saca un cuaderno, una lapicera y escribe.
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Quiero que mis poemas sean objetos tridimensionales, no solo palabras en una hoja. Quiero que tengan esa inmediatez, como si pudieras caminar a su alrededor, verlos desde distintos ángulos, notar sus matices.
May Swenson, 1982
***
Natalia Leiderman y Patricio Foglia,
enero 2023
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Equilibrista
Siempre estoy
yendo hacia vos
otro paso en la cuerda que tiembla
inclinar el peso, no mirar
para abajo
los ojos fijos
inmunes al peligro
o al sueño
Estoy yendo hacia vos
Siempre tu imagen pálida aparece
atrás y más atrás de la distancia
donde se funden océano y cielo
Tu torso de centauro
no se pone con el sol
no languidece con la luna
hace piruetas
en los bordes de mi mente
Está tomando impulso, mi cuerpo
dardo afilado
de deseo
yendo hacia vos siempre
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La película de James Bond
El pochoclo es grasoso, y me olvidé los pañuelitos.
Una píldora que es una bomba dentro del estómago de un hombre
dentro de una Embajada explota. Eructos de fuego, lujuria
coliflores agigantados en movimiento. La pantalla entera
es naranja, panceta crepitante, ladrillos estallando,
manchando, destrozándolo todo. Saco un Beldent y mientras
hago rebotar el chicle y su menta entre mis dientes, con mi ínfimo
papel intento sacarme la manteca de los dedos.
Una bañera de espuma, enorme como un cuarto, y 14 chicas
radiantes y asexuadas, giros de cono de helado (pelucas
rubias, castañas, rosas, plateadas, violetas, laqueadas
y enroscadas, bien arriba) refriegan a un único
macho, cuyo pecho tiene exacta cantidad y distribución
de pelitos enrulados. Nervioso, finge proteger
su pudor. Su entrepierna, bajo el agua, está también
fuera de cuadro — pero las 28 enjabonadas y resbalosas tetas, no.
El maquillaje impide que las chicas se vean desnudas. Orugas
son sus pestañas, densas y negras, y sus labios exuberantes, de un brillo rosa
como este chicle que masco, lentes de contacto en sus ojos
casi todos azules, réplicas de narices perfectas.
Ya me limpié casi toda la grasa y solo con este
pedacito de papel. Ahora lo doblo, y le hago rayas con mis uñas.
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Esta mañana
Mis anteojos están
sucios. La ventana
está sucia. Los binoculares
no hacen foco.
Afuera está a punto
de nevar. Ni hablar de
mi miopía, mi migraña
esta mañana, la bruma
en el espejo, mi edad.
Oh, ahí está el cardenal,
tiene el color de la manzana
que yo robaba del árbol de papi.
Agrio, arrogante, se deja
caer para encontrar
una semilla de girasol en
la nieve. Nieve nueva
cae sobre
nieve sucia.
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EL AMOR ES
Una lluvia de diamantes
en la mente
el alma de la fruta
partida en dos
un manantial oscuro
desprendido de la luz
agua subterránea
liberada de su sombra
para brillar por una grieta
rajada por el sol
un templo
no de piedra, de nube
más allá del bramido del corazón
de toda violencia
fuera del dominio del cemento-aturdido
espacio infrenético
entre partículas de cambio
una permanencia azul
un pequeño paso hacia el terreno del bien
pan en la boca otra vez
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Versiones de Natalia Leiderman y Patricio Foglia, de Cuerpo mi casa, antología de poemas de May Swenson. Próxima publicación 2023.
Patricio Foglia nació en 1985 en Buenos Aires. Publicó los poemarios Temperley (2011), Lugano 1 y 2 (2014), La escafandra (2015), Tokio (2017) y Todo lo que sabemos del cielo (2018). Organizó los ciclos de poesía Bueno Zaire y El rayo verde. Prologó y antologó Los fuegos de Orc (antología de poesía argentina y ciencia ficción) y Una marca de nacimiento (poesía y filiación), editorial Mágicas naranjas. Tradujo, junto con Natalia Leiderman, Salto del ciervo (antología de poemas de Sharon Olds), El pájaro rojo y El trabajo del sueño (poemarios de Mary Oliver). Fue guionista del podcast Mostras – Maestras de la Poesía argentina. Poemas suyos forman parte de diversas antologías y blogs.
Natalia Leiderman es autora de los poemarios “Animales dorándose al sol” (El Ojo del mármol, 2016) y “Stařenka” (Caleta Olivia, 2019). Tradujo, junto a Patricio Foglia, una selección de poemas de Sharon Olds (descargable en Malón Malón) y los libros “El pájaro rojo” y “El trabajo del sueño” de Mary Oliver, recientemente publicado por la editorial Caleta Olivia.