Foglia

El pequeño emperador, de Lucas Soares. Patricio Foglia

EL PEQUEÑO EMPERADOR – LUCAS SOARES

Patricio Foglia

Táctica y Estrategia de Guerra. En un posible mapa poético argentino contemporáneo, acaso las voces más atractivas sean aquellas que se desentienden de la antigua disputa entre objetivismo y lirismo, (o entre objetivismo y neobarroco). Una de esas vertientes disonantes vibra desde la poesía de Lucas Soares.

 

En este mapa, en su disputa y juego, su ficha relumbra como lo que es: rara, única, bella.

 

hasta por fin llegar

adonde ya nada

se corresponde

con su respectiva figura

donde lo mismo acaba

por ser

desfigurado

por esta nueva

mirada impávida.

Es la nueva configuración

que asumen las cosas

desde su nuevo estar.

Y lo que cambia es

realmente

lo que ya no percibimos que cambia.

Lo que huye 

sin que lo persigan

 

 

el hormigueo

de un rayo de sol

que deja en tu cara

un tatuaje de luz

 

*

 

A lo largo de sus poemarios, ¿qué leemos? Ajeno a programas ya agotados, una vez más, un poeta sale en busca de su propia voz. Y emergen ciertas continuidades, obsesiones formales. Persistencias. En algunos casos, el drama familiar será también la escenografía verbal (“El río ebrio”, “La médium”); en otros, habrá un teatro del lenguaje, un goce en el roce del repliegue, como si un telón de fondo de pronto se mostrara como lo que siempre fue, el verdadero protagonista (“El sueño de las puertas” o el reciente “El poeta y el buey”).

 

Hay entonces un arco que va, digamos, desde el bolero de lo íntimo hasta el ejercicio de filosofía pragmática; un mix inquietante entre Alberto Migré y Paul Valery. Y entre una cosa y otra, la poesía de Soares formula su dialéctica propia. Una dialéctica discreta o distante, la dialéctica de un trago en copa cóctel, en manos de un dandy, en medio de la noche.

 

Ni Fichte (Tesis, Antítesis, Síntesis) ni Hegel (la potencia, lo particular, la reconducción a lo universal) ni Adorno (no, no y no). Algo así como un trago de autor y a escribir, de espaldas al mundo. La poesía, nuevamente, como el lugar en donde lo Uno y lo Otro cohabitan, en tensión o  distensión, flotantes, eróticos, reclamándose. Sin resolución, sin una tercera posición triunfante. Sin respuestas, más bien como signo de interrogación.

 

 

olor a lluvia lo único

que hago es ver

una película empezada

tirado en el sillón la segunda

manzana arenosa que pelo

morder sin mirar 

y sentir el gusto

de un agujero negro en

el centro de la manzana

 

 

Velar el titilar de esta llama: el fuego quemándose a sí

mismo.

 

*

 

la poesía no es diván, tampoco tirar postas existenciales: es un trabajo de orfebrería con y sobre el lenguaje a partir de un núcleo de experiencia, donde se trata de que gracias a ese trabajo lingüístico se genere otra cosa, una nueva experiencia enriquecida por el lenguaje. Para que justamente el poema no se reduzca a ser un mero registro catártico de la vivencia “sufro de amor por equis”, “ha muerto mi madre”, etc., el poema lagrimita del que hablaba Lamborghini. La escritura como mero descargo vivencial es un recurso más propio de las redes sociales que de una obra literaria.

 

*

 

asunto: oye

anoche tuve un sueño

año 2050

los polos descongelados

los mares crecidos

los nevados vueltos ríos

altas temperaturas

el hombre se vuelve isleño, tropical

bonito a pesar de todo

 

en qué andas metido? tú

 

 

no hay contrario

de un poeta

aunque él sea capaz

de albergar contrarios

 

*

 

Soares se desentiende. Del legado de su padre, Norberto, periodista y escritor. De su profesión docente, de la filosofía de Platón y de las exigencias de Heidegger, Nietzsche o Badiou, que le reclaman a la poesía que vuelva de su eterno destierro para ocupar el centro de la escena.

 

Lucas Soares se desentiende de sí y esa extrañeza es una forma de mirar el mundo; entre dandy y zen, más acá o más allá de las grandes corrientes consabidas.

 

*

 

“esta cosa”

le dicen a la mente

los maestros zen

 

en China

al hijo único

se lo llama

el pequeño emperador

 


FogliaPatricio Foglia nació en 1985 en Buenos Aires. Publicó los poemarios Temperley (2011), Lugano 1 y 2 (2014), La escafandra (2015), Tokio (2017) y Todo lo que sabemos del cielo (2018). Organizó los ciclos de poesía Bueno Zaire y El rayo verde. Prologó y antologó Los fuegos de Orc (antología de poesía argentina y ciencia ficción) y Una marca de nacimiento (poesía y filiación), editorial Mágicas naranjas. Tradujo, junto con Natalia Leiderman, Salto del ciervo (antología de poemas de Sharon Olds), El pájaro rojo y El trabajo del sueño (poemarios de Mary Oliver). Fue guionista del podcast Mostras – Maestras de la Poesía argentina. Poemas suyos forman parte de diversas antologías y blogs.