Mariasch

¿Se puede morir de amor? María Borrell

¿SE PUEDE MORIR DE AMOR?

María Borrell

 

 

Una mujer se tira, cae sobre el pavimento y se rompe – aunque ya estaba un poco rota-. ¿Qué piensa una persona que se tira al vacío? ¿Qué otras cosas la destrozan? ¿Cuántas veces se puede despedazar? ¿Todas las mujeres están rotas? En Efectos Personales de Marina Mariasch, caer y amar son prácticamente lo mismo. Salto, entrega, sufrimiento, golpe, rotura, tragedia. Así infinitas veces, por historias y hombres distintos. Hasta que llega la última caída, la tangible, la que deja un cuerpo sin vida y a dos hijas sin madre.

 

Efectos personales es la historia de ese salto, el final e irreversible. La autora utiliza un ensayo autobiográfico en primera persona para explorar y construir el suicidio de su mamá Norma. La prosa es cruda, poética, íntima y sincera. Está escrita como un rompecabezas incompleto y desordenado: alterna entre el pasado y el futuro, la vida y el duelo, la reflexión y los hechos. Las piezas faltantes abren la puerta a muchas preguntas que nunca se resuelven completamente, ¿Qué pensó antes de tirarse? ¿Se podría haber prevenido? ¿Cómo se supera el suicidio de una madre? ¿Se supera? Por otra parte, son esos huecos los que visibilizan lo irrecuperable, tanto de la muerte como de los recuerdos originales. Mariasch reflexiona sobre la imposibilidad de rememorar las cosas tal y como fueron. Incluso hace uso del relato coral incorporando las voces de su papá y su hermana, entre otras, para volver con delicadeza a determinados momentos. Sin embargo, ningún recuerdo es completamente igual al otro. El paso de los años aparece como gotitas de agua que se instalan en lo vivido y destiñen los detalles, las voces, e incluso los dolores.

 

A pesar del desorden que caracteriza al relato, hay temáticas que se exploran con profundidad y constancia, una de ellas es el amor romántico.  Mujeres que se desviven, literal y metafóricamente, por hombres que van y vienen como mosquitos en verano.  Historias de amor en las que el amor es lo que falta: trágicas, desgarradoras, no correspondidas. Este es el caso de Norma, quien desde el inicio del relato es recordada como un ser suave, débil y hambriento de atención masculina. Pese a sus esfuerzos, con suerte consiguió restos de un cariño fugaz e inestable. De hecho, “fue bastante maltratada por casi todos los hombres, como si eso fuera una condición de su existencia” (pág. 27). Era profesional, bella, asistía a cursos de filosofía, incursionaba en el feminismo, tenía un departamento espectacular en Belgrano pero aún así “se mató por amor” (pág. 31).  ¿Por amor? ¿Cuánto se puede sufrir por un corazón roto? La respuesta es tan obvia como absurda: se puede querer morir por una desilusión romántica. La autora utiliza la experiencia de su mamá; la de su hermana, “no me importa lo de mami, me importa lo de Fede” (pág. 100); y la propia, «el amor es un virus» (pág. 191), para desentrañar la forma en la que ellas, y muchas otras mujeres, aprendieron a vincularse y depender del sexo masculino. A su vez, incorpora voces calificadas para ir a la raíz del asunto. “El amor ha sido el opio de las mujeres como la religión de las masas. Mientras las mujeres amaban, los hombres gobernaban”, cita a Kate Millett, escritora y activista feminista (pág. 191).

 

El ensayo es un golpe seco: duro y desconcertante. Sin embargo, entre la bronca y la incomprensión del suicidio, aparece tímidamente una necesidad de salvarse. ¿De qué? Del amor, del odio, del dolor, de todo lo que implique caer y romperse. Lo interesante es que en esta búsqueda, los pedazos rotos van tomando forma. Una mujer se tira y una hija se vuelve a armar.

 


Maria Borell

María Borrell estudia Comunicación Periodística en la UCA. Aunque escribe desde siempre, su amor por la lectura floreció en pandemia con los talleres de Soledad Arienza. Actualmente, está dando sus primeros pasos en el periodismo cultural y participa activamente del medio digital @quecontamos.