Plantas detrás de un alambrado

La copa del árbol. Estela J. Quiroga

Foto: Idin Ebrahimi on Unsplash

LA COPA DEL ÁRBOL

Estela J. Quiroga

Después que mi madre se fue de casa, leer se había convertido en una actividad clandestina. Dos frases de mi padre me persiguieron durante años. La primera decía: “Quien lee tiene la cabeza llena de pajaritos y se codea con la locura”; la segunda: “Qué hacés ahí sin hacer nada tirada y leyendo.”

Lo prohibido adquiere dimensiones fascinantes, le pasó a Eva, por qué no a mi…Más allá de las profecías bíblicas siempre me había subyugado la locura y estaba convencida de que iba de la mano de la genialidad.

No había un solo rincón de la casa en el que mi hermano y yo no escondiésemos un libro. Debajo de las toallas, detrás de la cama, entre la lata de galletitas y el frasco de harina de maíz.

Leer era un acto compulsivo y repleto de adrenalina. No tener un libro a mano equivalía a estar desnuda, desamparada.

Solamente la lectura me permitía recorrer los vericuetos más intrincados e insondables. Me conectaba conmigo, era feliz porque revivía aquella sensación que me provocaba la voz de mamá cada noche con una historia distinta entre las manos.

A medida que pasaba el tiempo, papá se volvía más gordo y más violento. Cuando encontraba un libro apretaba los ojos y los dientes, después lo despedazaba mientras decía cosas que yo no alcanzaba a entender.  Otras veces se sacaba el cinturón y lo hacía estallar contra los muebles. Lo que me más me asustaba era cuando se agarraba la cabeza con ambas manos, apoyaba la frente en la pared y soltaba en un alarido el nombre de mamá.

Por aquel entonces, mi hermano tuvo una idea maravillosa. Construyó con cañas e hilo zigzag nuestra casa en la copa de un roble enorme que había plantado nuestro abuelo materno. Pronto se convertiría en un refugio.   Allí descubrí que había otro camino que me otorgaba bocanadas de aire. También yo podía construir universos. Escribir era un acto que bordeaba el Paraíso. Aprendí a entrar en trance, a sentir cómo las palabras se apoderaban de mí y me suspendían. Meterme en una frase me cobijaba, me vestía, me acariciaba. Me sentía indescifrable y legible al mismo tiempo.

A los dieciséis gané mi primer concurso literario. Tercer premio en un certamen de poesía que había organizado una sociedad cultural,  cuyo nombre no recuerdo. Le conté a mi mejor amiga con cierta vergüenza y le pedí que me acompañase. Alicia estaba más entusiasmada que yo.

El jurado me pidió el documento. Les costaba creer que fuese la autora de tanto dolor, de tanta ferocidad. Esa estúpida idea que tienen ciertos adultos: Un joven, una joven no puede tener preocupación alguna.

Aquellos fueron los años más oscuros de mi vida.

Una señora regordeta, que me pareció viejísima y tal vez tuviese menos años de los que tengo hoy, me pidió que leyera. Yo sentía que me iba a desplomar. Todos esos ojos desconocidos, atravesándome. Hubiese deseado salir corriendo, la misma sensación que tenía al escuchar la llave de mi padre girando en la puerta.

Descubrir en la mirada de mi amiga una sonrisa de aprobación, me ayudó a seguir adelante.  Respiré hondo, retuve el aliento. Sentí que la memoria era como un oleaje y en ese ir y venir escuché canciones de cuna, mitos, leyendas, cuentos de hadas, susurros… en aquel instante supe que las palabras iban a sostenerme siempre, siempre, siempre.

 


Estela QuirogaEstela J. Quiroga es Licenciada y Profesora en Letras Modernas   egresada de la UNC. Especialista en Alfabetización inicial, en Literatura Infantil y Juvenil y en Investigación Educativa.

Autora de las secciones especiales de la Antología Cuentos de aprendizaje (Estrada). Su relato Educación sexual publicado por la Revista El monitor, fue trabajado numerosas veces en clases de ESI. Escribió, además, ensayos y artículos académicos. Entre ellos se destaca Y de pronto la vida (Stella/2017) texto que produjo en co-autoría con la Licenciada Cristina Oliana.

En 2012 recibió el primer premio otorgado por la UBA por su blog educativo Entre el mouse y la tiza. www.estelajquiroga.blogspot.com .Uno de sus cuentos, Afasia, así como su trabajo sobre Convivencia escolar fueron publicados en el libro De Ana Frank a nuestros días (EUDEBA/2012).

Fue directora de la colección Didáctica de Editorial Parmenia, donde también tuvo a cargo la dirección de contenidos educativos del Segundo ciclo en la colección Mejor juntos (2018)

Obtuvo premios literarios que le permitieron publicar varios de sus cuentos; además es autora de dos obras de teatro y del guion cinematográfico de dos cortos y una novela. Sombra de una maldición /Autores Argentinos /2021