Gotas que dejan círculos sobre la superficie del agua

Experiencia, hiato y relato -poética. Martín Glozman

Foto: Linus Nylund on Unsplash

EXPERIENCIA, HIATO Y RELATO

-POÉTICA-

Martín Glozman

 

A partir del desarrollo del Seminario Poéticas en La copa del árbol, y teniendo en cuenta los aportes de los y las colegas convocades, desarrollé algunas ideas propias para sumar a otros aportes del grupo y compartir en la última reunión donde nos propusimos hacer un balance.


 

*Busco ahora cierto eje que explique el motivo por el que con constancia desde hace muchos años tomo la escritura como vocación. Pienso lo siguiente: Escribo por el hiato que hay entre una historia y la realidad. Y entiendo que esa desigualdad es la ficción.

 

Pero no es la ficción en sí lo que me interesa, así como la conocemos, sino la idea de que entre toda historia o narración y la realidad hay una ficción, una serie de operaciones consientes o inconscientes de construcción, y que eso puede ser enloquecedor en cierto grado de conciencia.

 

Me interesa mucho la exploración de ese hiato, como si se tratara de una realidad más real que lo real, que se deja de señalar y se niega, sino es en la literatura. Esa conciencia de realidad oblicua no lleva a un lugar concreto o definible y sin duda no es tampoco el lugar del éxito.

 

 

Pienso en las historias reales, en las que se cuentan en las familias acerca de los orígenes y los antepasados. Me pregunto cuál es la diferencia entre la historia que se cuenta como una realidad en sí, como un hecho que no se cuestiona, y la historia que realmente sucedió.

 

 

Trabajé mucho sobre esto en mi escritura. Mucho de mi exploración en la autobiografía tuvo que ver con este andar y desandar por los relatos. Como si esas narraciones subjetivas y relativas de lo real, en la medida que pudieran ser tratadas creativa y literariamente, se volvieran una objetividad.

 

Lo retomé en la copa del árbol en unos textos que hice con mi propio padre, y otros sobre mis abuelas.

 

Tratar el entramado emocional que se teje entre la construcción de los afectos y los relatos.

 

Este camino empezó desde muy joven. Un amigo me preguntó en torno a mi primer libro si se trataba de un ajuste de cuentas. Creo que hay algo así en el sentido de querer mostrar a la luz de lo social y cultural, algo que en el entramado endogámico del relato de una familia puede resultar inverosímil y alienante.

 

Entiendo que esta búsqueda se explica también en la forma de hacerse vocero de los miedos y los silencios en la cadena generacional de abuelos que sobrevivieron a la guerra y hay muchas cosas que dejaron de contar.

 

Un abuelo mío sobrevivió al nazismo en el campo de trabajo de Kraznik, cerca de Treblinka y fue hasta mediados de 1943 combatiente en el ghetto de Varsovia. Otros abuelos fueron huérfanos luego de la primera guerra mundial.

 

Durante la adolescencia no podía explicar el sufrimiento que sentía. Iba a un country de la colectividad judía y a un colegio judío con mucha preponderancia de las modas y lo económico, pero me sentía por fuera de lo aparente. Había, por otro lado, emigrado a España, a los 9, por dos años y veía todo bajo otro prisma. Ya no podía seguir la tendencia del relato dominante que aunaba a mis compañeros, estaba desfasado, y no había allí mucho lugar para ese desfasaje.

 

Mucho de esto lo explicaron Cecilia Ferreiroa y Florencia del Campo en torno a la experiencia del exilio y su influjo en la experiencia de la lengua y la representación de lo real.

 

Deja de haber una relación lineal entre memoria y hechos sucedidos, o entre palabra y acontecimiento. Se instaura literalmente un hiato emocional en la posibilidad de la palabra.

 

Es un fenómeno que se suscribe desde la teoría del lenguaje o la filosofía, pero que deviene acontecimiento y vivencia por ahí en alguien muy joven que sufre una experiencia traumática. Es como una marca de la que no se puede salir, que hay que aceptar y construir con ella.

 

En ese sentido la literatura, como modo de relatar, es a la vez el modo de desandar los relatos incuestionables.

 

Me interesa en este sentido el trabajo de algunas novelas que se mueven en los limites de la ficción y la construcción de un yo autobiográfico en torno a los 90. Recuerdo por ejemplo Los Años que vive un gato de Violeta Gorodischer y Pinamar de Hernán Vanoli. El trabajo con las clases medias o las clases altas. Cierto pathos familiar. Empleadas domésticas en las casas, dando cuenta de una realidad económica determinada por las clases al interior de los climas privados de familia, etc.

 

 

La autoficción desarrollada luego de los 2000 fue un camino para desandar relatos para muches jóvenes escritores.

 

Es algo muy liberador la catarsis de lo privado. O ese modo de darle forma a la voces silenciadas en una institución social: la literatura.

 

 

Mis padres habían trabajado para salir de la pobreza, pero no tenían a la vez modelos de educación y enseñanza tradicionales, hacían lo que podían, vivían en el presente, poco arraigados.

Realmente si se miran las fechas, entender que mi abuelo llegó de la posguerra a Argentina, con tres hijas y una cuarta en el embarazo, en 1950 y que por ejemplo mi nacimiento fue en 1979, se ve que la brecha para elaborar tanto dolor y sufrimiento, desmembramiento y muertes de toda una comunidad, incluido todos los familiares más cercanos, fue muy poca.

 

29 años es muy poco tiempo. Y en el medio se casaron mis padres y nacieron dos hermanos.

 

Mi padre se dedicó al comercio, nunca se detuvo a pensar mucho en la historia familiar ni cuestiones que se acerquen a cierta idea de la relatividad de los relatos en su relación con el mundo. Tenía una manera de ver las cosas y no se la cuestionaba. Mi madre en cambio es psicoanalista. Hizo algunos acercamientos al tema, desde las ideas de trasmisión de lo traumático entre generaciones. Creo que la peleó mucho de joven. Luego encontró soluciones en lo laboral y salió adelante trabajando con otres en sus propios dolores. Mucha preponderancia de lo emocional.

 

Creo que está bien pensar que en cierta medida nuestro trabajo como descendientes se debe a explicar el pasado y elaborarlo, pero creo que lo excede, porque solo se pueden sanar las heridas, más grandes que uno por cierto, si logramos entender que no estamos estigmatizados en nuestra identidad, y logramos hacer alianzas con otras personas de otras identidades.

Salir del tronco de lo propio, para abrir el paraguas hacia otras realidades, que lo ven todo con otra lengua, con otro simbolismo, con otros relatos.

En esa salida, se desvanece el deber con respecto a lo propio, y debemos reconocer al otro en igualdad de condiciones y de importancia.

 

Se trata de encontrar un lenguaje común, propio de lo humano, y que permita a la vez reconocer las diferencias, tolerarlas bien, y construir desde ellas. Es un ejercicio social de exégesis de relatos.

 

 

La literatura es un lugar especial donde es necesario encontrarse con otros relatos. Hay escritores de todos los orígenes, y hay a la vez algo que nos une: La posibilidad y la necesidad de narrar.

 

Podemos ver las presentaciones de Vanesa Guerra, de Mariana Docampo, sus visiones experimentales, que buscan singularidad, y un camino de ver las cosas de manera propia. Una experiencia de la literatura que expresa un modo profundo de vivir y experienciar.

 

Y podemos ver a la vez la poética de Isaac Castro, vinculada con la obra y la construcción de una casa como paralelo a la construcción de una obra estética y el correlato social de esta metáfora.

 

Y ambos modos de hacer relatos pueden convivir y enriquecerse, pero sobre todo enriquecer a la par la posibilidad de los relatos de cada une de nosotres en tanto oyentes, y receptores de sus trabajos.

 

 

Develar relatos es para mí ponerlos a sonar en el coro social. Permitir verlos a partir de esa polifonía y tratarlos de ese modo estéticamente, incrementando, además de generar una obra, el grado de conciencia sobre la realidad.

 

Escribir cada libro en este sentido era realizar un proceso existencial, de transformación, de búsqueda. Cada proyecto de obra es, a la vez, construir un texto y construirse a uno mismo. Como una forma de vida.

 

Y hay en esto una performática de la escritura, es decir, una experimentación, a la vez que una misión concreta de trabajo con temas sobre los que no se sabe qué va a pasar, qué nos vamos a encontrar. Parte de una intuición, de palpar una necesidad de abordar ciertos aspectos.

 

 

Pude ver en Poéticas que también Guadalupe Faraj habló de una escena de trauma personal que necesitó de un proceso muy interno y profundo de trabajo con la escritura para poder sanar y salir adelante. Y que tuvo también un momento de trabajo estético de construcción de una novela con esos materiales primarios.

Isaac Castro hizo una mención de Pablo Ramos en su visión de la literatura como modo de tramitar el dolor.

 

 

Es posible preguntarse si detrás de los relatos hay otra cosa. Si es un mero relativismo o hay una realidad más honda.

Yo creo que sí.

Detrás de la idea de una realidad construida por relatos, me interesa una cierta forma de confianza y de fe en que en esa realidad hay una verdad que puede seguirse.

 

 

“…cada idea es la idea de alguien, se sitúa en relación a una voz que es su portadora y a un horizonte hacia el cuál apunta…”, decía Tododorv retomando ideas de Bajtín.

 

Por ahí, decía, es difícil saber cómo salir de ese relativismo.

 

Todorov, “Lo humano y lo interhumano”. Pág. 87.

 

Lo que para el otro es natural y es su modo de ver y comprender el mundo, trasladado a nuestro horizonte puede ser un conjunto de afirmaciones por ahí inciertas o no verdaderas desde nuestro sistema de constatación.

 

Me parece en ese sentido interesante una intervención de Herman Cohen, un filósofo judío en Alemania durante el siglo XIX, que defiende la idea de que para los judíos la ley judía se aplica tanto a los propios como a los más lejanos, los forasteros.

Habías sido convocado a discutir el tema por una acusación por parte de algunos alemanes que postulaban que los judíos debían estar por fuera de la ley alemana porque su ley también excluía a los alemanes.

Entiendo la ley como una forma de pensar al relato.

 

Por ahí el hiato entre lo que sucedió y los relatos que se transmiten sobre lo sucedido sea algo de lo que se nutren las historias que nosotres también contamos, y no solo nuestros antecesores.

Pero dar cuenta de esto puede ser un modo de procesar el dolor y la condición humana, una articulación posible de sublimación sobre ese hueco de palabra y experiencia, y un acto en sí mismo.

La palabra en su ética, en su misión, en su labrado comunitario, de interrelación de relatos del mundo, para tomar conciencia que la defensa del relato propio a desmedro del ajeno contribuye a una tragedia de la cultura.

Creo que si se niega la existencia del hiato se reproduce un malestar en relación al lenguaje y la memoria, pero si se puede trabajar con conciencia en esa diferencia, ahí radica no solo la poética de la lengua, una zona de goce, placer y descubrimiento, sino también una zona de construcción de realidades conjuntas.

 

 

 

Algunas notas finales

 

 

“Moisés manda, en la medida en que un legislador puede hacerlo, amar a los forasteros, y a todos ellos los abarca explícitamente bajo el nombre de prójimo al que se ha de amar como a sí mismo.”

Herman Cohen, el prójimo, P. 46. Cita de Michaelis. 1793.

Herman Cohen es una influencia importante en Bajtín, Buber, Levinas. Teorías ontológicas de la otredad.

En su argumentación sostiene que el prójimo es el más lejano, y justamente, no el más cercano. El precepcto para él debe traducirse como: «amarás a tu enemigo como a ti mismo».

 

Carl Schmitt. Politólogo vinculado con el nazismo durante la segunda guerra, desarrolla en algunos escritos posteriores a la guerra, “Sabiduría de la celda”. La idea de la guerra civil como relación entre hermanos que no reconocen la legitimidad del adversario.

 

Bajtín a partir de las novelas de Dostoievski desarrolla una teoría del diálogo.

 

Me interesan mucho allí las ideas de empatía y extraposición:

 

 

“Yo debo llegar a sentir a este otro, debo ver su mundo desde dentro, evaluándolo tal como él lo hace, debo colocarme en su lugar y luego, regresando a mi propio lugar, completar su horizonte mediante aquel excedente de visión que se abre desde mi lugar, que está fuera del suyo; debo enmarcarlo, debo crearle un fondo conclusivo del excedente de mi visión, mi conocimiento, mi deseo y sentimiento.”

 

Bajtín, “Estética de la creación verbal” Pág. 31 y 32

 

Extraponerse al otro para ver lo que el otro no puede ver de sí mismo, y de eso modo favorecer relaciones de complementariedad.

 

Esto mismo se pensó como modelo de reflexión sobre relaciones culturales.

 

“Llega el momento de ponderar las diferencias entre el relato de lo que sucedió y la memoria de frases, palabras, ritmos…” Prólogo de Fogwill a su Experiencia sensible.

 


Martín GlozmanMartín Glozman, escritor, editor, docente (Buenos Aires, 1979) es Licenciado en Letras por la Universidad de Buenos Aires y Magister en Escritura Creativa por la UNTREF. Publicó los libros Salir del Ghetto, Help a mí, No hay cien años y Documento de María. Coordina la Plataforma de difusión y desarrollo de literatura La copa del árbol donde realiza además talleres de escritura creativa. Dicta talleres de escritura académica en la Universidad Nacional General Sarmiento.