Foglia, Negroni, Simic

A propósito de Cabaret Simic, de María Negroni. Patricio Foglia

A PROPÓSITO DE CABARET SIMIC, DE MARÍA NEGRONI

Patricio Foglia

 

En un mundo sin reconciliación aparente o, al menos, de una dialéctica bastante desvencijada, el imaginario poético de María Negroni se me figura ahora como una forma del consuelo.

 

No hablo, o no hablo solamente al menos, de una reconciliación de los pares antitéticos más políticos, peronismo, antiperonismo, etcétera. Me parece que el problema es un poco distinto y, no sé si más hondo o más superficial, pero sí, quizás, anterior. Digamos, un problema entre Las palabras y las cosas.

 

Justamente esa tensión entre palabras y cosas es algo así como el telón de fondo constante, la escenografía de base de su imaginario, cuyo despliegue me recuerda un poco al humo de cigarrillo de los bares de antes: como si en medio de la noche, toda palabra quedara como aquella ropa: intoxicada, impregnada de indicios.

 

Realmente imagino que su obra (sus novelas, ensayos, poemarios, traducciones, todos aquellos anfibios nocturnos, sapos mutantes, radiantes en su ser fluorescente, de otro pozo) podría ser leída en función de estos elementos: en el marco de una relación irreconciliable, y en los términos de su propia propuesta poética. Quisiera detenerme en esto segundo.

 

Tomo el caso de Cabaret Simic, mi entrada favorita de su libro Pequeño mundo ilustrado. Negroni formula su lectura personal de Charles Simic, el poeta yugoslavo radicado en EEUU. Una vez más, proyecta su mirada sobre sus obsesiones hasta la objetualización; hasta volverlas entidades coleccionables, y parte de su propia obra.

 

El título de la entrada, por ejemplo, se acerca a los títulos de varios de sus libros (Archivo Dickinson, Elegía Joseph Cornell, etcétera). Luego, al hablar de Manhattan, la Manhattan de Simic hasta recién, dirá que se trata de un gabinete fantástico. Y al citar al poeta, lo hará hablar de una ciudad plagada de personajes de feria: “con aires de circo, barraca o vodevil”. Y al ubicarlo en una constelación de lecturas y escritores posibles, lo hará en términos de lo extraño, de lo raro o de lo profundamente inclasificable (lo cual, además, habla de cierto sentido del humor,o  de una falta de solemnidad en esta obsesión por clasificar lo inclasificable, y por intentar decir lo indecible).

 

Dicho de otra forma, no hay lugar en donde no intente inscribir su propio nombre; Negroni vampiriza su objeto de deseo, y logra convertir aquello que refiere en un espejo: especie de condesa sangrienta, la vemos verse y no verse en todo lo que lee y trastorna.

 

Hay entonces un espejo; hay noche, humo y una luz tenue. En la intimidad de esta puesta en escena, cargada de erotismo, hay -otra vez- un juguete verbal, un enigma sensual: no ajeno ni a la infancia ni a la perversión y, en tal sentido, un objeto consolador y una forma del consuelo.

 

Patricio Foglia

 

***

 

CABARET SIMIC – MARÍA NEGRONI

en Pequeño mundo ilustrado, Caja negra Editora

 

Sus referencias provienen, sin excepción, de la cultura norteamericana a la que emigró junto a sus padres después de la Segunda Guerra Mundial: tenía 16 años cuando llegó a Nueva York, proveniente de Belgrado.

 

El gabinete fantástico de Manhattan es todo lo que Simic necesita para crear. Contra ese telón de fondo, desatinado y copioso, proyectará sus recuerdos de infancia, los teatros mágicos y siniestros del amor, las desgracias de la historia, registrando cada detalle, como si fuera un coleccionista de escombros (y otros fragmentos de lenguaje), un ladrón tenaz de lo que ofrece la casa urbana.

 

Lo ha dicho él mismo en una entrevista publicada en la revista The Paris Review a fines de 2005: “Las ciudades europeas son como grandes escenarios de ópera. Nueva York, en cambio, siempre me pareció una suma de tinglados de feria donde, en cualquier momento y a la vuelta de cualquier esquina, podrían aparecérseme la mujer barbuda, el tragasables o cualquier otro personaje con aires de circo, barraca o vodevil”.

Más afín a James Tate, Hart Crane, Mark Strand, W.S. Merwin o James Wrigth (todos integrantes del grupo Deep Image Poets) que a los poetas del New York School, Simic despliega una codicia que todo lo trastoca.

 

No se trata solo de combinaciones raras; se trata de una simbiosis paradojal entre una imaginería inaudita y un estilo elíptico, en el que nunca falta el humor, o incluso la blasfemia. Cualquier cosa, menos la solemnidad. Porque la solemnidad está asociada a la religión, la ideología y demás ortodoxias del pensamiento, es decir a todo aquello que quiere reeducar al individuo, encorsetarlo, coartar su imaginación y, por ende, su libertad.

 

Simic es más explícito aún: “Una verdad separada y purgada de los placeres de la vida, en mi opinión, no vale un rábano. Hay que poner a prueba las grandes teorías primero en la cocina y después, por supuesto, en la cama”. El objetivo es escribir un poema que “hasta un perro pueda entender”.

 

Algo más. Su flirteo con el surrealismo es innegable -sobre todo, en la perspicacia para percibir los vínculos entre crueldad, infancia y sexo- pero nada hay que lo afilie a los severos manifiestos de Breton. Mucho más cerca de Tristan Tzara, de Alfred Jarry o de Apollinaire, esta poesía inaugura su propio Cabaret Voltaire al otro lado del océano.

 

El arte, pareciera decirnos Simic, lee siempre un libro interior que habla de la ciudad del alma. Pero, en ciertas conjunciones o geografías temporales, ese libro y esa ciudad pueden coincidir y proyectar una suerte de museo no figurativo, lleno de juguetes verbales y enigmas sensuales, y un trozo de sombra también, porque no ver es hermoso. Lo que sigue es una fiesta de perspectivas más que humanas.

 

***

 

4 poemas de Charles Simic

Acércate y escucha, Vaso Roto

Trad. Nieves García Prados

 

La caída

 

Uno sacude los brazos para detener la caída

Uno sube la escalera que trajo consigo

Uno echa un ojo a la Biblia hecha jirones

Uno sigue riéndose de algún chiste

 

Uno abre un gran paraguas rojo

Uno agarra una brizna de paja que flotaba en el aire

contentísimo de sostenerla por un momento

y angustiado al verla desaparecer así

 

Tú, allá arriba, ¿has salvado alguna vez a alguien?

Grita con rabia una mujer joven

mientras cae junto a sus hijos

callados y solos con sus pensamientos

 

Abierto hasta tarde

 

Una lavandería bien iluminada en un pequeño pueblo

e una calle de escaparates a oscuras

con un Elvis ya viejo que analiza la página

de alguna revista juvenil muy manoseada.

Hay unas cuantas nubes variopintas en el cielo nocturno,

una de ellas flota como una máscara mortuoria,

sus cuencas huecas lo absorben todo,

mientras los vaqueros rotos giran en la lavadora

 

Después del bombardeo

 

Una gran ciudad quedó reducida a ruinas

mientras tú te balanceabas en una hamaca

cerrando lo ojos y dejando caer

el periódico que estabas leyendo

de tu mano al suelo,

donde la brisa de la tarde

se interesó por él y se lo llevó

de un lado a otro por todo el césped

y hacia los bosques cercanos,

para que los búhos pudieran estudiar los titulares

tan pronto como llegase la noche

y dar chillidos de vez en cuando,

haciendo temblar a los ratones en sus lechos

 

La última lección

 

No tratará sobre nada.

No tratará sobre el amor o Dios,

sino sobre nada.

Serás como el niño nuevo de la escuela

temeroso de mirar al profesor

mientras te esfuerzas por entender

lo que están diciendo

sobre esta nada de aquí.

 


FogliaPatricio Foglia nació en 1985 en Buenos Aires. Publicó los poemarios Temperley (2011), Lugano 1 y 2 (2014), La escafandra (2015), Tokio (2017) y Todo lo que sabemos del cielo (2018). Organizó los ciclos de poesía Bueno Zaire y El rayo verde. Prologó y antologó Los fuegos de Orc (antología de poesía argentina y ciencia ficción) y Una marca de nacimiento (poesía y filiación), editorial Mágicas naranjas. Tradujo, junto con Natalia Leiderman, Salto del ciervo (antología de poemas de Sharon Olds), El pájaro rojo y El trabajo del sueño (poemarios de Mary Oliver). Fue guionista del podcast Mostras – Maestras de la Poesía argentina. Poemas suyos forman parte de diversas antologías y blogs.