QUERIDO JOVEN MARAVILLA
Algunos fragmentos de Querido Joven Maravilla, de Osvaldo Bossi, con contratapa de Patricio Foglia, próxima edición a cargo de Ed. Mágicas Naranjas.
Un muchacho como yo
Escribo para ser real. Es una de las tantas paradojas que encuentro en la literatura, y que hacen de la literatura el centro de mi vida. Sin las palabras yo sería una sombra, un fantasma, nadie. Y el mundo, un espejo en el que, difícilmente, podría reconocerme. Una vez le oí decir a un poeta objetivista que el mundo estaba poblado de imágenes que podían representarlo, de ahí que su escritura no tuviera esa necesidad, un poco exagerada, de la primera persona. Qué suerte tiene, pensé. Un muchacho como yo, un poco apartado de las convenciones sociales, jamás podría afirmar eso. Todo el tiempo había que toparse con la realidad y rectificarla. Con cada palabra, cada libro, fui descubriendo quién era y qué era el mundo para mí. Mucha introspección, es cierto. Y un deseo, constante, de transfigurar las cosas que me rodeaban. De ahí el estilo lírico con el que uno escapa, si tiene suerte, al fatalismo de lo real. Como Molina, en El beso de la mujer araña, todos los días me cuento una película diferente. Una película que no pretende ser, como suele decirse, representativa. Al contrario. Decir yo, en poesía al menos, es decir otro, otra. Otro que podría ser uno, pero que no es uno. De ahí que todo mi deseo de realidad no sea otra cosa que deseo de representación.
La baticapa
De origen humilde, corto de vista, homosexual; abandonado a la buena de Dios por mi padre, criado por mi madre (con ese terrible espíritu de posesión que tienen las madres, casi siempre.) Bueno, todo eso, y otras pequeñas catástrofes que no vale la pena enumerar, me hicieron un niño y un muchacho extremadamente solitario. Sensible y fuerte a la vez, aunque estas virtudes, en apariencia, se contrapongan. Una manera de estar en el mundo y una coraza. El desamparo más grande, si se lo sabe ver, es un amparo también. La otra fuerza no me interesa, salvo cuando aparece toda concentrada en los brazos de algún joven efebo… Pero ese es el teatro de la fuerza. El teatro de la masculinidad. La fuerza de Batman (de este Batman que soy yo ahora) en cambio, es otra. Es interior. Yo mismo, a veces, desconozco su poder mágico y -en cierta forma- transgresivo. Todos los días, sin ir más lejos, con el solo hecho de ponerme la baticapa, derrumbo una montaña de oscuridad y la convierto en un vasito de luz.
Función del olvido
Algunos poetas, Robin, aunque parezca increíble, conocen su propia “obra” de memoria. Cada época, cada variación estética, lo que dijeron, lo que no dijeron. Yo me pregunto: ¿no encontraron nada mejor que hacer, o que leer, que esos espejismos de mala muerte? La propia obra siempre es un fiasco y un malentendido. ¿Qué podemos decir de nuestros libros, que no suene pedante o artificioso? Y si hay algo para decir, que lo digan los demás, que están preparados. Bueno o malo, acertado o desacertado, no importa. Cualquier comentario siempre es mejor que lo que pueda decir el propio autor. Salvo si se lo toma como lo que es: un juego ‒de los tantos‒ que propone la vida literaria. De cualquier forma, mejor es el olvido. Escribir como si no se hubiera escrito nada nunca, porque de verdad no hemos escrito nada, nunca. En serio. ¿Hay algo más hermoso que el olvido, Robin? ¿Que el olvido de sí?
Por Patricio Foglia
Baticueva. Ustedes ni se imaginan cuánto anhelaba que llegara el día del taller, esas horas sustraídas del mundo y entregadas como ramas al fogón de la poesía. Bossi era a un tiempo Batman, pero también Robin de otrxs poetas (de Orozco, Gelman, Bellessi, nada menos) y hasta incluso un poco Alfred, de tan bien que nos recibía. Su baticueva tuvo varias locaciones (desde un colegio de mediados del siglo XIX hasta su pequeño cuarto, en Caseros), pero siempre la misma intimidad, la calidez que emanaba del entusiasmo por la palabra poética que él mismo propiciaba.
Batiseñal. Entonces, una vez por semana, en lo alto del cielo de esta ciudad gótica, podíamos ver impreso sobre la neblina su signo lumínico, la inequívoca batiseñal. Porque era exactamente al revés, y como les digo: él nos convocaba a nosotrxs, y todavía ahora nos convoca desde estas páginas y sus talleres, a cada unx en relación con su propia voz. Leímos de todo. Yo leí por primera vez a Carver, a Pavese, a Cavalli, a Estela Figueroa, a Ponge, a Gruss; la lista sigue, la felicidad también.
Su convocatoria es disruptiva, una llamada a ser otrxs, a mentir para decir la verdad, a ser expulsados de la República de tanto decir una cosa por otra, de tanto buscar transmutar el oro como quería Jorge Leonidas Escudero; para que entonces sea posible el milagro, y que Roberto Sánchez sea Sandro, Bossi sea Batman, yo sea otrx y la tan mentada falta, por fin una canción.
Batiadagias. Cuando era chico me regalaron una historieta que todavía conservo. Era de Spider-man, ese neurótico y torpe aspirante a escritor y a superhéroe, que todavía sueño con ser. Ahora que se publican estas batiadagias y que parte de su sabiduría y su misterio se conservan en letra impresa, voy a guardar este libro en el mismo cofre que aquel cómic, que es una manera de decirles que ya forma parte de mi educación sentimental, que es uno de mis tesoros más preciados; una parte indisoluble del sentido arácnido, de mis oídos, de mi mirada, de mi corazón.
Osvaldo Bossi nació en Buenos Aires (Argentina) en 1960. Es poeta y narrador. Publicó los siguientes libros: Tres (Bajo la luna,1997), Fiel a una sombra (Siesta, 2001; Viajero insomne, 2014), El muchacho de los helados y otros poemas (Bajo la luna, 2006), Ruego por el tornado. Tres (Sigamos enamoradas,2006), Del Coyote al correcaminos (Huesos de Jibia,2007; Editorial Folía 2010), Esto no puede seguir así (Letras Y Bibliotecas de Córdoba, 2010), Casa de viento, antología personal (Nudista, 2011), Ni la noche ni el frío (Textos intrusos, 2012), Chicos malos y otros libros (Editorial Conejos, 2012), Como si yo fuera su novia (Editorial Mágicas naranjas, 2013), Adoro (Bajo la luna, 2009; Modesto Rimba, 2017), Yo soy aquel (Editorial Nudista, 2014), A dónde vas con este frío (El ojo del mármol, 2016), Los poemas de amor que el Coyoye le escribió al Correcaminos (Mágicas naranjas, 2018), Las estrellas celosas (Alción, 2018); Única luz del mundo, poesía reunida (Caleta Olivia 2019), Agüita clara (Gog y Magog, 2020) y Sin que me diera cuenta yo (Patronus ediciones) 2021). Forma parte de diversas antologías de poesía argentina y latinoamericana. A su cargo está la coordinación del ciclo de lecturas El rayo verde. Encargado de la formación en el área de escritura, coordina talleres de poesía en forma grupal e individual.