Memoria

Un espacio puro de memorias. Cynthia Edul

ph: Ivan Cazenave

UN ESPACIO PURO DE MEMORIAS

Cynthia Edul

 

Me dijiste que me habías citado en ese lugar porque lo considerabas una zona neutral. Dijiste neutral y yo miré la copa del ombú, la rama en la que estabas sentado, el walkman que habías apoyado en el árbol, el cielo, que era algo naranja y algo rojo por ese último rastro de sol, y el agua del lago, que para mí era negra (porque a las aguas estancadas, nunca les encontré otro matiz) y te volví a mirar. Me dijiste, ni tuya ni mía, pero cerca de los dos. A eso lo llamaste neutral. Te dije que no recordaba haber pasado nunca por ese lugar con vos. Dijiste que vos tampoco, y ahí el naranja se empezó a diluir y el cielo era claro, tan claro, que ahora lo recuerdo y pienso cómo es que, segundos después, pudo oscurecer así. No hablé de los misterios de la naturaleza, solo dije que a mí siempre me habían gustado los paisajes con agua. Tenías la boca seca y los dedos de tus manos lastimados. Te miré los callos, la piel ajada y las uñas comidas y vos dijiste que habías pensado en un espacio puro de memorias, que eso te parecía lo más justo para los dos. Después oscureció. Me dijiste que habías dejado de ver a mucha gente, y yo te conté que desde que había dejado la cátedra, no había vuelto a ver a nuestros compañeros. ¿Eso te alivió? ¿Qué ninguno de los dos hubiera conservado ese espacio que nos había sido común? El agua ahora sí que era negra, negra como el cielo ya negro de la noche. Ya no tenías esa transpiración en la frente y tu cara, así en sombras, me parecía más relajada. En esa oscuridad, encontrabas definitivamente un alivio. Te conté que me había hecho un grupo de amigos nuevos en el colegio en el que estaba enseñando, y que durante un tiempo seguí yendo al bar después de las reuniones del seminario, pero que me había dado cuenta que ya no me sentía parte de ellos. No sé. Algo se cortó. Eso te dije. ¿Por eso me dijiste que sabías de mí? ¿Por los compañeros del seminario? Yo no sabía de vos, te respondí, de vos, de tu vida, escuchaba comentarios de tus clases, decían que eras la nueva promesa. No me miraste o yo te corrí la mirada, y en cambio miré la oscuridad, la profunda sombra nocturna, el escenario perfecto para alojar tu respuesta, que fue, qué triste. Y después te decaíste. Y yo que no te había querido entristecer, empecé a explicarme, como siempre, culpable ante tus súbitos cambios de ánimo y te dije que pensé que podía alegrarte saber que decían cosas tan buenas de vos como profesor. Y vos acomodaste el walkman en la rama del ombú, para decirme que dejaste todo porque no podías aguantar ese sistema de éxito y de exclusión, así dijiste. Que no parabas de estudiar y que siempre te quedaba una sensación de ignorancia que te entristecía. 

 

Y dijiste que tu compromiso era con la palabra y con la verdad, y que si no había verdad, qué importaba lo que dijera la gente. Si no hay verdad, yo no puedo dormir en paz. 

 

Dijiste eso y yo vi el agua tan oscura que me empezó a parecer como tinieblas. 

 

Porque ya era de noche y el parque estaba vacío y no sé si era porque era domingo, y era tarde, pero ni corredores había. 

Te dije que durante muchos años no había podido dormir. 

 

¿Y ahora dormís bien? 

Al menos duermo mejor. 

A mí todavía me cuesta el silencio de noche. 

A mí la quietud. 

 

Y ahí me dijiste que me habías citado a la sombra de ese ombú, porque buscabas un espacio puro, en el que poder conversar. 


Cynthia EdulCynthia Edul, Argentina, 1979. Es novelista, dramaturga y directora de teatro. Es licenciada en Letras por la Universidad de Buenos Aires (UBA) y en Dramaturgia por la Escuela Municipal de Arte Dramático (EMAD), profesora del Departamento de Humanidades de la Universidad de San Andrés y de la Universidad de Hurlingham. Como curadora de artes escénicas, creó, junto a Alejandro Tantanian, Panorama Sur. Es autora de las novelas La sucesión y La tierra empezaba a arder. Último regreso a Siria.

ph: Bruno Szister

Autora: Cynthia Edul
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