MIRAR LAS PROFUNDIDADES
Sobre EL TRABAJO DE LOS OJOS de Mercedes Halfon. Entropía. 2018.
Podría ser todo una cuestión de iluminación. De medida de luz. Que la vista –o la vida- gire alrededor de eso. ¿Cuánta luz necesitamos? ¿Qué ve el ojo? ¿Cómo se construye la mirada? ¿Se construye?
Hay un libro simple y precioso, de 78 páginas, que tal vez haya sido escrito a la luz de esas preguntas, y que yo leí como fotógrafa –o lo miré como se miran los libros de fotografía-. El trabajo de los ojos, de Mercedes Halfon.
Lo hizo a lo largo de diez años y fue publicado por editorial Entropía en 2018. Empieza con una cita de Jack Kerouac, “El centro del interés es una piedra preciosa. El ojo dentro del ojo”. Luego la narradora habla de una enfermedad que tiene desde la infancia, el estrabismo, de las infecciones que sufre en los ojos por tocarlos todo el tiempo y los tratamientos que debe hacer. A veces esos tratamientos devienen en estados de ánimo. “…consistía en untarme un gel que me dejaba mirando a través de una nube densa. Como si me hubieran recetado un estado de melancolía”. Un mirar desenfocado igual a las fotografías de Bernard Plossu, el francés que dijo, “no pasa nada, una imagen puede ser borrosa, también el alma puede ser borrosa a veces”. Suponiendo que podemos encontrarla en alguna parte, Plossu hizo del alma una nube adensada. Él es el fotógrafo de la melancolía.
Más adelante, en El trabajo de los ojos, se hará un paralelismo con la cámara analógica, “Usamos la cámara como metáfora para entender el funcionamiento del ojo, aunque obviamente ocurrió al revés. Se llegó a la invención de la fotografía buscando fabricar imágenes tan nítidas como nuestras visiones”.
Si la cámara es el ojo, la mirada podría ser lo fotografiado. Eso que sucede cuando tomamos la caja oscura y hacemos que la luz confluya en la película sensible –en la retina-. Pero lo que confluye, ¿es solo luz? O hay más cosas que llegan hasta aquella superficie sensible que es la película. Que es la mirada. El ojo dentro del ojo. ¿Qué es?
“No todos reciben de la misma manera los rayos lumínicos y eso hace que la construcción de las imágenes también varíe. Hasta en visiones normales hay diferencias entre lo que cada uno ve. La pupila puede cerrarse o abrirse por el miedo, la ira o la atracción. En última instancia, la subjetividad y el punto de vista tienen un principio fisiológico antes que psíquico. La subjetividad pareciera ser objetiva”. Pareciera. Igual que el lente de la cámara, el objetivo que permitirá hacer fotos. Aunque tal vez haya bemoles. Con un mismo lente –con un mismo objetivo- se consiguen tantas miradas como ojos que fotografían. ¿Esto es así? ¿Se consiguen tantas miradas? El miedo, la ira o la atracción harán que nuestras pupilas cambien de tamaño, aunque no todos tendremos el mismo sentimiento a igual experiencia. ¿De dónde vienen el miedo y la ira? ¿Cómo sucede ese movimiento?
“El estrabismo se define como la desviación del alineamiento de un ojo en relación al otro. Implica la falta de coordinación entre los músculos oculares… Esta desconexión impide fijar la mirada de ambos ojos en el mismo punto del espacio, lo que genera una visión incorrecta que puede afectar la percepción de la profundidad, el tamaño y la distancia” “La profundidad no es sencilla”, leemos en el libro de Mercedes Halfon. Pero en ese recorrido -el que debe hacer el ojo extraviado para volver a su lugar, el esfuerzo obligado para quedarse en el punto correcto- el ojo ya vio. El ojo dejó de ser ojo-objetivo para convertirse en mirada. He aquí el trabajo de los ojos.
Detené tu movimiento, se le pide al ojo estrábico, al ojo que se distanció. Hold still (quedate quieto), se llama uno de los libros más conocidos de Sally Mann, la simple y por eso enorme fotógrafa norteamericana que vio como ninguna la belleza en el cotidiano. Es probable que le haya conferido a ese cotidiano, belleza extra con sus fotografías. Sensualidad, luz excesiva que un ojo humano jamás podría ver sin cegarse. También es posible que el cotidiano, al momento de ser fotografiado, se haya convertido en un objeto alejado. La distancia necesaria para fotografiar y escribir. “Lo cierto es que esos no son mis hijos«, dice Sally Mann, «sino figuras capturadas para siempre en emulsión de plata. Son mis hijos durante una fracción de segundo de una tarde concreta con múltiples variables de luz, expresión, posturas, tensión muscular, estados de ánimo, viento y sombras. No son para nada mis hijos; son niños en una foto”.
Hold still -además de ser un libro autobiográfico de fotografía y narrativa-, es tal vez la frase más escuchada por un niño. Quedate quieto, detené tu movimiento.
Hold still, Keep going (quédate quieto, sigue adelante), es lo que hizo Robert Frank, el fotógrafo suizo amigo de Jack Kerouac. Un libro mezcla de collages, fotos intervenidas con texto, palmeras, paisajes y edificios armados de a partes, planchas de contactos donde el mismo rostro se repite diez veces variando el gesto mínimamente. Robert Frank podría haber dicho lo mismo que la narradora de El trabajo de los ojos, “Tengo la impresión de que la disminución visual, cuyo eslabón es la ceguera, es una caída hacia adentro de la persona”. Él no era ciego, pero cayó hacia adentro con una cámara de fotos. Y en esa caída el objetivo se rompió, dejó de ser un objetivo. Hizo fotos con fragmentos de vidrios rasgados y sucios, allá en lo oscuro. Él es el fotógrafo de las profundidades.
“En toda casa hay cosas que se pierden para siempre”, dice el libro de Mercedes Halfon. “A veces creo que la vista es un bien de ese tipo. Algo que existe de forma irrefutable, muchos lo poseen, pero hay un punto oscuro, un precipicio rocoso desde donde cae a un fondo de pantano inaccesible”. Ese punto oscuro, ese pantano inasequible, ¿será lo que escapa al ojo? El momento en que la mirada se apropia de los rayos lumínicos que llegan a él -además de rayos lumínicos pienso en otras confluencias-. En ese pase, ese desplazamiento del ojo hacia afuera o hacia adentro (el ojo en movimiento), la mirada es. La mirada hace con lo que escapa al ojo.
Evgen Bavcar, el fotógrafo esloveno que perdió la totalidad de la visión a los once años y que se identifica más como iconógrafo que como fotógrafo, dice, “Me siento muy cercano a todos aquellos que no consideran a la fotografía como una “rebanada” de la realidad, sino como una estructura conceptual, una forma sintética de lenguaje pictórico”. Por eso Evgen Bavcar fotografió los pájaros blancos que sólo él podía ver, para que también los vea el mundo.
“Es una noche húmeda, el cielo parece una bolsa de plástico que flamea con el viento”, leo en alguna parte del libro, o veo una fotografía.
El trabajo de los ojos es una ruta de imágenes, un camino visual a través de palabras, no solo por lo que se ve, sino por el diálogo que permite con aquello que no se nombra, como sucede con los libros hermosos. “Vi pasar espíritus. Las calles hasta allá, como uno de esos sueños en los que las cosas son y no son”. Confluimos con la luz, somos los que desaparecemos detrás del parpadeo, los que nos separamos del ojo y vamos hasta la noche húmeda. Esa es la mirada –y el trabajo de los ojos darle paso-, la piedra preciosa que amplía el mundo con las imágenes que encuentra y que solo ella ve, porque así ve ella.
Guadalupe Faraj, argentina, 1976. Escritora y fotógrafa. También realizó estudios de filosofía en la Universidad de Buenos Aires. Se formó haciendo diversos talleres y clínicas de escritura. Es egresada de la ARGRA, y del SICA en dirección de fotografía. Su primera novela, Namura, ganó el premio Novela Corta Pola de Siero, España, 2011. Escribió Yo no decido qué soñar, serie de narrativa poética incluida en la Antología Y no ilumines los rincones (La mariposa y la iguana). Fue una de las fundadoras del taller de fotografía Luz en la Piel, de la Asociación civil, Yo No Fui, en la cárcel de mujeres de Ezeiza, Unidad 31. Participó en la coordinación del ciclo de lecturas Brandon Lee, en Casa Brandon. Coordinó Un mundo más, proyecto entre doce escritoras y doce fotógrafas, realizado en el marco de FELIFA 2018, para TURMA de fotografía. Publicó las plaquetas de fotografía, Mundo y Submundo. Colaboró en las revistas Ojos Crueles, Gata Flora, Almagro, Carapachay, Dulce Equis Negra, Marcopolo, En el margen, revista de psicoanálisis. En 2018 se publicó Namura en Argentina (Ed. Indómita Luz). En 2019 recibió Primera Mención Honorífica en género No Ficción, otorgada por el Fondo Nacional de las Artes, por su libro El año reptil (inédito). Trabaja como escritora freelance, y dicta talleres de escritura y fotografía.
Autora: Guadalupe Faraj
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